Luis de la Fuente, el seleccionador de la cuarta Eurocopa, llegó a la Alemania con la tranquilidad de haber superado ya sus partidos más complicados. Sabía que lo peor que le podía pasar tenía que ver con el balón, y eso, en el fondo, es un alivio para él. Cuando heredó la absoluta tras la marcha de un Luis Enrique que dejó la selección como Nerón dejó Roma, el de Haro tenía claros sus principios innegociables. El primero, sería su equipo, no el que le impusieran desde las tertulias. Llevaba siete años haciendo ganar títulos a las selecciones inferiores y trabajaba con un grupo que se manejaba en un hábitat de normalidad en el que se hablaba de fútbol.
Fuera jugadores ‘tóxicos’
Y ese fue su gran desafío desde el principio, implantar esa normalidad en la absoluta. Pero eso requería tomar decisiones. La primera, no quería jugadores ‘tóxicos’. Futbolistas que sirvieran de excusa para enrarecer el ambiente o condicionar el trato mediático del equipo. Así que en la primera rueda de prensa, la de su presentación, tuvo que responder a doce preguntas sobre la ausencia de Sergio Ramos en la lista. Al “no ha empatado con nadie” y “no tiene ningún currículum internacional” se sumó la animadversión de los medios de Madrid que se posicionaron a favor del camero, que no fueron pocos porque el futbolista siempre se ha movido bien entre bambalinas. Luis agradeció respetuosamente la labor de Sergio y apuntó, “entramos en una nueva etapa”. Aceleró la nacionalización de Le Normand y apostó por dar los galones a Laporte, otro central ‘alquilado’ a Francia. El incendio ha permanecido meses encendido, pero De la Fuente se ha mantenido imperturbable, por más que la cuestión de Ramos resultase recurrente en las ruedas de prensa. Hasta el punto de que en la lista de esta Eurocopa ha habido medios que lo han pedido.
El riojano democratizó la selección reduciendo el peso del Real Madrid y del Barcelona, aunque no fue una decisión calculada, sino porque los jugadores en los que confiaba, los que le habían llevado a ganar títulos con la Sub-19, la Sub-21 o la olímpica, no vestían de blanco ni de azulgrana. Gente como Mikel Merino, Oyarzabal, el Ferran del City, el ‘croata’ Dani Olmo, Unai Simón, el trotamundos Fabián, Rodri… Ni ADN ni gen. RH de la Roja.
Esa ha sido su batalla más complicada, domesticar a los medios de Madrid y Barcelona que opinaban con la bufanda anudada al cuello. El último caso que ha tenido que sortear ha sido el de Cubarsí, al que tras una reunión con su staff decidieron reservar para que fuese a París con Santi Denia. Decisión que desató la ira de la prensa catalana. Pero una vez más, Luis hizo oídos sordos y siguió con su plan.
Su éxito es haber desoído las críticas y haberlas transformado en halagos con la ayuda de los resultados y, sobre todo, por la forma en cómo los consiguió. Muchas horas de tertulia se rellenaron hablando de si era aconsejable aparcar el tiqui-taca que tanta gloria había dado, para apostar por un juego vertical “apoyado en dos jóvenes sin experiencia internacional” como Lamine y Nico. Muy al contrario, no estaba cambiando el juego, estaba ampliando el catálogo de recursos de la selección, a la que además le sumó la presión tras pérdida como rasgo de identidad. Pero interesaba más el ruido que la realidad.
Estas semanas alababan en Alemania “la valentía de Nagelsmann al apostar por jóvenes como Musiala o Wirtz”. Lo cual no era rigurosamente cierto porque el del Leverkusen eran suplente por detrás de Sané. Quien sí había dado el paso adelante era De la Fuente, haciendo titulares a Nico y Lamine, con sus 16 años, desde aquel día de septiembre en Tbilisi.
Donaueschingen, Morata… y él
España llegó a Alemania pronto, de las primeras, y se marchó a un lugar recóndito, alejada del trasiego y el ruido. En un sitio que estaba fuera del catálogo de sedes que ofrecía el comité organizador y que cuando visitaron por primera vez “tenía medio metro de nieve”. Hubo quien mostró sus dudas sobre la idoneidad de aislar tanto a los jugadores, pero De la Fuente lo tenía claro. Era el sitio perfecto para reproducir el hábitat de las selecciones inferiores. Abrió el vestuario a la prensa, que ha dispuesto de entrevistas personalizadas, y normalizó los contratiempos apagando los incendios con naturalidad. Desde la baja forma de Laporte a las negociaciones de los jugadores para cerrar fichajes de clubes o la salida de pata de banco de Morata antes de la semifinal de Francia.
Hasta esto último lo ha usado como arma para reivindicar a “mi capitán, el mejor que podemos tener. Si yo me reencarnara en un jugador, lo haría en Álvaro”, llegó a decir. De la Fuente le entregó el brazalete y lo reivindicó: “Es el cuarto goleador de la historia de la selección y el tercero en las Eurocopas. En otro país sería un mito. Y aquí nos cuesta reconocer las cosas”.
De la Fuente no ha reivindicado su persona, pero en los últimos días ha “sacado la patita. De vez en cuando hay que hacerlo, con educación y respeto, porque a mi no me ha regalado nadie nada. Ahí está mi histórico”. El seleccionador ha implantado la normalidad y ha apagado los incendios poniendo a la prensa ante el espejo. Conoce a los periodistas por su nombre, sabe el tipo de información que hace cada medio y las preguntas que debe esquivar. Es amable, pero no servil. Y esto último es impopular en los despachos de algunos medios.
Y por encima de todo apuesta por un liderazgo compartido y reivindica que el éxito de esta selección es el de sus jugadores. Cuando en realidad tiene mucho de éxito suyo porque pocos apostaban por este grupo de perfil mediático bajo al iniciarse el torneo. “Yo conocía a estos jugadores, sabía la materia prima que había en cada uno y por eso hemos tomado decisiones que os costaba entender (a la prensa). Ese conocimiento que tengo de los futbolistas es lo que nos da tantas posibilidades. Yo acepto las críticas, siempre las he aceptado. Me habéis hecho un experto en eso, pero seguramente esto os ha sorprendido más a vosotros porque no conocías las capacidades de estos jugadores. Yo llevo casi diez años viéndoles jugar. Y ganar”. Y además, no lo dice, pero si pierde, no pasa nada. Porque él ha logrado normalizado todo al tiempo que construía un equipo con tanto futuro como fútbol. Una España de autor. La España de Luis de la Fuente.