Las elecciones presidenciales de Irán han mostrado el desapego de la población con el régimen con la participación más baja de su historia. Masud Pezeshkian logró un claro triunfo, pese a que todos saben que es un aperturista con las manos atadas. Los iranís están agotados por años de duras luchas contra la obligatoriedad del velo, una inflación del 40%, un tercio de la población bajo el umbral de la pobreza y la amenaza de que la guerra de Gaza incendie toda la región, pero, tras dos décadas de oscurantismo, no rechazaron la oportunidad de situar en la presidencia a un reformista y dieron la victoria a Pezeshkian por más de nueve puntos sobre su rival, el ultraconservador Said Jalilí.

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