De las elecciones legislativas, lo único que sacó en claro Francia es que lo que venía tras las urnas iba a ser mucho más complicado. El resultado de ningún ganador con mayoría absoluta, en un país donde las coaliciones históricamente no están bien vistas, abre la puerta a una situación de bloqueo político.
Ahora, entre reuniones y hojas de cálculo para encontrar la fórmula perfecta y conseguir esa mayoría relativa sólida que permita gobernar un país cada vez más ingobernable, empiezan a acentuarse las grietas en el Nuevo Frente Popular, la unión de izquierdas que aglutina a La Francia Insumisa (LFI), el Partido Socialista, el Partido Comunista y Los Ecologistas.
Los socialistas se niegan a presentar a un candidato a primer ministro insumiso y viceversa. En este partido suena el nombre de Olivier Faure, mientras que en las de LFI apuestan por una amplia lista que va desde Clémence Guetté o Mathilde Panot hasta el polémico líder, Jean-Luc Mélenchon. La cuestión es que las negociaciones son cada vez más tensas y retrasan esa posible coalición moderada que tanto busca el presidente, Emmanuel Macron, quien también se opone a pactar con LFI.
«Los franceses quieren una ruptura total con el macronismo», repite una y otra vez la líder ecologista, Marine Tondelier, quien ha abierto la puerta a que algunos insumisos, víctimas de la purga que hizo el partido en la segunda vuelta de los comicios, acaben uniéndose a su formación.
Mientras tanto, en las filas macronistas, 95 de los 99 candidatos elegidos de Renacimiento se han registrado en la Asamblea Nacional. «Hemos estado a punto de desaparecer», afirmó este viernes el todavía primer ministro, Gabriel Attal, a la vez que confirmó su candidatura a la presidencia de Renacimiento con el objetivo de «proteger a los franceses de todo gobierno compuesto por Reagrupamiento Nacional y La Francia Insumisa».
En el Elíseo, Macron se reunió este viernes con sus más cercanos, Gérald Darmanin, Élisabeth Borne y Attal, a su regreso de Washington, donde acudió a la cumbre de la OTAN. Desde las elecciones legislativas, el presidente solo ha reaparecido sobre el papel, mediante una carta en la que se dirigía a los franceses y los partidos políticos para pedir una «mayoría sólida, necesariamente plural».
Un texto que levantó ampollas entre la unión de izquierdas (NFP), ganadora en esta segunda vuelta. Mélenchon le acusa de «vetar el sufragio universal» y la ecologista Tondelier le reprocha su negativa a reconocer los resultados electorales.
A punto de cumplirse una semana de esa segunda vuelta de las legislativas, una encuesta realizada por ‘Le Figaro’ destaca que seis de cada diez franceses creen que la disolución de la Asamblea Nacional fue una «mala decisión», y lejos de convertirse en una herramienta para aclarar la situación política del país, Francia está al borde un bloqueo en un momento crucial, a dos semanas de los Juegos Olímpicos.
Mociones de censura
El próximo 18 de julio se llevará a cabo la primera sesión de la Asamblea Nacional tras los comicios, y ya se esperan importantes movimientos. La líder de la extrema derecha, Marine Le Pen, anunció que «Reagrupamiento Nacional censurará todo aquel gobierno formado por ministros insumisos y/o ecologistas».
«Viendo los debates desde el domingo, casi olvidamos que hace una semana, los candidatos de Los Republicanos y Renacimiento y sus diputados se retiraron para elegir a los diputados del LFI, ecologistas, comunistas… ¿Cínico o irresponsable? ¿O ambos?», afirmó Le Pen a través de X.
Mientras Francia espera la ‘fumata blanca’, muchos fijan sus ojos en la extrema derecha que, a pesar de no ganar en las elecciones legislativas, aumentó considerablemente el número de diputados en la Asamblea Nacional, de 89 a 143, asentándose en la política francesa y preparándose para las presidenciales de 2027, a las que Macron ya no puede volver a presentarse. «Es una victoria aplazada», dijo Le Pen nada más conocerse los resultados de la segunda vuelta. Algunos expertos señalan que la extrema derecha podría beneficiarse de esta situación política.