ERC ha anunciado este viernes que ha abierto expediente a cuatro militantes por la polémica de los carteles que se burlaban del Alzheimer de Pasqual Maragall y cuya autoría provenía de dentro del partido. De estos cuatro militantes, si no hay un giro de última hora, uno será expulsado, otro será sancionado de militancia por dos años y otros dos serán solo advertidos. ¿Quiénes son los señalados? El partido no ha querido aclararlo.
En toda esta polémica, que estalló hace dos semanas tras una investigación periodística, han sobrevolado cuatro personas. La primera, un militante raso que confesó los hechos y cuya identidad siempre ha sido una incógnita. El segundo, el exdirector de Comunicación del partido, Tolo Moya, y finalmente dos antiguos estrategas de la formación, Sergi Sabrià y Marc Colomer. ERC no quiere, por ahora, revelar si estos cuatro nombres se corresponden a los expedientes o si hay alguna sorpresa.
Además, toda esta polémica se envenenó porque los dos sectores que se disputan el control del partido, los partidarios de Marta Rovira, y los partidarios de Oriol Junqueras, se acusaron mutuamente de ser los responsables. Los ‘roviristas’ señalaron a Moya, que está adscrito a la facción de Junqueras, mientras que los junqueristas señalaron a Sabrià y Colomer, que están adscritos a la facción de Rovira.
La decisión del partido no es aún del todo firme y ahora se tiene que someter, en un plazo de 20 días, al criterio del consell de garanties del partido. Este órgano es quien decidirá si confirma como definitivas la expulsión, la sanción de dos años y las dos advertencias. Rara el consell desmiente la decisión del partido.
Protocolo nuevo
Los cuatro expedientes se han abierto a partir del informe que ha elaborado el responsable de Cumplimiento del partido, Xavi Mombiela. El informe se ha debatido y aprobado en la ejecutiva y luego se ha puesto a debate del consejo nacional. Este informe, más allá de las sanciones, también propone que se elabore nuevo protocolo interno sobre el diseño de campañas con el objetivo que no se vuelvan nunca más a «superar los límites éticos», como pasó en el caso de los carteles
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