Estamos viviendo unos días de exaltación deportiva y patriótica tan emocionantes en el fútbol y el tenis, que se podría decir que en España no solo de política vive el ciudadano. Tanto la Selección Española de Fútbol como Carlos Alcaraz, están dando testimonio del gran nivel del que goza el deporte español a título personal y colectivo en las dos grandes competiciones en la que están participando: la Eurocopa y el prestigioso trofeo de Wimbledon.
Nuestra Selección se ha convertido en un ejemplo de lo acertado y útil que es combinar maestría y pundonor, como la del veterano Jesús Navas, con la casi insultante frescura y juventud de Lamine Yamal que nos ha asombra por sus genialidades, su serenidad y naturalidad, impropia de su edad. Siendo esto relevante, lo es aún más que todo el equipo de jugadores españoles funcione con la armonía y disciplina de una gran orquesta, dirigida en este caso por el gran maestro que ha demostrado ser el seleccionador Luis de la Fuente que, además, no esconde y es muy de agradecer, su condición de hombre religioso y de fe. El resultado no puede ser otro que el éxito que ya hace presagiar la final del próximo domingo en Berlín.
Otro joven español, el murciano Carlos Alcaraz, está dispuesto a superar si cabe la gesta de nuestro inolvidable Rafa Nadal. Fortaleza, precisión y capacidad de superación son cualidades que adornan a su sorprendente juego en la cancha de tenis. Después de su gran triunfo en París en el Roland Garros y ahora con su participación en Londres, en el trofeo de Wimbledon, está demostrando que en los próximos años, el tenis mundial se va a rendir ante las gestas de otro mito del deporte. Es admirable también la soltura, naturalidad y modestia que tanto Carlitos como Lamine demuestran tener ante los medios de comunicación, consecuencia, sin duda, de la paz mental y emocional en el ambiente que les rodea.
Ante esta explosión de orgullo nacional por los éxitos de nuestros deportistas, que inunda de banderas y patriotismo todas las calles, pueblos y ciudades de nuestra querida España, cabe preguntarse por qué este mismo sentimiento brilla por su ausencia en el ámbito político, donde la crispación y el grave enfrentamiento entre unos y otros está haciendo insoportable la convivencia entre los españoles. ¿Cómo se podría trasladar este entusiasmo colectivo que generan nuestros deportistas al actual clima encrespado que inunda la política? ¿Son aplicables los valores y virtudes del mundo del deporte al mundo de la política?
Es evidente que si no queremos volver a repetir una de las épocas más trágicas de nuestro reciente pasado, todos los hombres y mujeres de este país estamos obligados a hacer un esfuerzo personal y colectivo para superar este tsunami de desencuentros y violencia verbal que avanza sin freno entre los mandatarios y representantes públicos de uno y otro espectro. Una buena dosis de las virtudes que admiramos de nuestros deportistas como la serenidad, fortaleza, modestia, afán de superación y naturalidad deberían ser perfectamente aplicables a nuestros gobernantes que hoy están instalados en un escenario muy parecido a una “guerra sin cuartel”…
Una acertada y sencilla reflexión de nuestro campeón Rafa Nadal, podría ser el comienzo de este urgente y necesario cambio de actitud personal para abrir el diálogo y entendimiento entre unos y otros: “Cuando un político está mandando y hace algo bien, los otros deberían decir que se ha hecho bien. No se puede estar siempre en un estado de crispación general”. Nada es más agradecido que la imagen que ofrece al espectador el abrazo entre ganadores y perdedores de una competición deportiva o las palabras de reconocimiento de las bondades y valores del contrario…aprendamos de ellos.