A tres años del estallido social que remeció a Cuba, el Gobierno evita cualquier alusión directa a aquellas horas inéditas que han dejado su marca indeleble en la isla. Las causas de aquella protesta siguen latentes porque la deriva económica, los apagones y el desencanto colectivo son su fuente nutricia. No obstante, el liderazgo apenas se limita a poner el acento en los efectos de la política norteamericana en todos sus niveles, desde el económico al que califican de desestabilizador. «Desde hace tiempo venimos alertando a EEUU sobre terroristas que operan contra Cuba desde Florida. Sin embargo, continúan actuando impunemente. ¡Eso sí es ser un Estado patrocinador del terrorismo! ¡Evidente cinismo imperial!», se pronunció el presidente Miguel Díaz Canel a través de su cuenta en la red social X.
‘Cubadebate’ se ha limitado a contabilizar los actos conspirativos llevados a cabo por «terroristas de origen cubano, radicados en ese país, que han organizado, financiado y ejecutado planes terroristas en territorio cubano o de los propios Estados Unidos». ‘Granma’, órgano oficial del Partido Comunista Cubano (PCC), hizo referencia a un «engendro subversivo» que «desde la alta dirección política estadounidense, se organiza y promueve contra Cuba», y que va desde el «bloqueo» que rige desde comienzos de los años sesenta del siglo pasado y la «formación de agentes de cambio» que buscan captar a los jóvenes. De acuerdo con la publicación, el «esquema» ha cosechado sin embargo «innumerables fracasos en su objetivo de acabar con la Revolución y restaurar el capitalismo en la isla».
Un nuevo ciclo de la crisis
Las causas de aquel 11 de julio de 2021 no se han modificado. Cuba se encuentra en otra estación de su crisis, al punto de que las autoridades hablan de la necesidad de llevar a cabo una política económica de «guerra» después del fracaso del llamado ordenamiento económico que desembocó en marzo en la destitución en marzo del ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, quien pasó de ser el timonel del proceso a objeto de una investigación por actos de corrupción. Gil se había convertido en una de las figuras más impopulares del Gobierno a partir de la eclosión de aquel verano. Parte de los hombres y mujeres que salieron a las calles de numerosas ciudades cubanas bajo los rigores del estío y la escasez, en su mayoría jóvenes, no tienen las facilidades del exministro para enfrentar una investigación judicial. Cientos de ellos cumplen condenas de diverso orden. Esas sentencias han sido fuertemente criticadas por Amnistía Internacional. La ONU acaba de reclamar la liberación de 17 encausados por el delito de «sedición», entre ellos un ciudadano alemán y un joven con discapacidad mental reconocida oficialmente, Walnier Luis Aguilar Rivera.
Pasado y presente
El 11J es observado como un punto de quiebre en la historia del castrismo. Le tocó al relevo de los hermanos Fidel y Raúl Castro, el gris Díaz-Canel, enfrentar esas espontáneas movilizaciones que, en un principio dijo comprender, dada las penurias colectivas, pero que, con el correr de las horas atribuyó a una conjura orquestada por Washington. Las protestas posteriores no alcanzaron nunca la intensidad de 2021. Sin embargo, tampoco desaparecieron del espacio público. Se han registrado situaciones conflictivas en La Habana, y las provincias de Santiago, Matanzas y Granma, impulsadas en parte por los apagones y la cuestión alimentaria.
El abogado Julio César Fernández Estrada tuvo que abandonar el país debido al hostigamiento estatal. Fernández Estrada se considera un intelectual de izquierdas, pero sin lugar en la mayor de las Antillas después del 11J. Aquel día, «Cuba cambió. Cambió su historia; las concepciones sobre el carácter de los cubanos; la comprensión doméstica e internacional sobre la ‘inmovilidad’ de nuestro pueblo; la forma en la que el Estado, el Gobierno y, en específico, sus fuerzas represivas se relacionaban con la ciudadanía». A inicios de julio de 2021, «la protesta se sentía en el aire, se respiraba» y el malestar «se enardeció desde las redes sociales que abarrotaban el ciberespacio». Se notaba la tensión entre el Gobierno y «la nueva oposición, compuesta ahora por artistas, intelectuales, activistas feministas, por quienes defienden los derechos de las personas LGTBIQ+; por activistas antirracistas, animalistas, todos dispuestos a usar los espacios públicos, a manifestarse, tanto por sus derechos civiles y políticos, como por sus derechos sociales». Esas nuevas generaciones, escribió en la revista digital ‘El Toque’, «no romantizaban la pobreza como hicimos muchos de nosotros en años anteriores —cuando todavía pensábamos que nuestro modelo sociopolítico era altruista, ambientalista, ahorrador, humanista, solidario, igualitario». Por eso, el 11 de julio es «el día de la rebelión, pero es también el día de la represión y el comienzo de un calvario para cientos de familias en Cuba, que han tenido que sufrir la cárcel y el estigma decididos por el Gobierno». Algunos esperan un nuevo 11 de julio, «pero otros muchos solamente esperan que sus hijos e hijas salgan de la prisión y del horror».
Migración y polarización
Una de las secuelas del estallido se verifica en la reducción de habitantes. La población se ha reducido un 18% entre 2022 y 2023, especialmente por el flujo de personas que abandonaron el país. El economista y demógrafo Juan Carlos Albizu-Campos contabiliza la existencia de 8,62 millones de ciudadanos. Solo a Estados Unidos se fueron 738.680 personas entre octubre de 2021 y lo que va de este año. Para la socióloga Cecilia Bobes, en la actualidad se verifica en la sociedad cubana una fuerte polarización discursiva. «Basta asomarse a los comentarios en redes sociales o medios digitales para encontrar opinadores fanáticos de Trump, (Jair) Bolsonaro, (Nayib) Bukele y (Javier) Milei, que discuten acrítica y encarnizadamente con adoradores de Fidel Castro, Hugo Chávez y sus respectivos legados». Los comportamientos políticos de quienes emigran a Estados Unidos muestran a su vez «que en ellos predomina una antipatía por el Gobierno cubano que los suele acercar al Partido Republicano y a la figura de Donald Trump», escribió en la revista ‘Rialta’.