«¿Os habéis dado cuenta de lo rápido que llegan ahora a España las camisetas de fútbol?». Una pregunta lanzada al aire en uno de esos grupos de Whatsapp en los que los usuarios se reúnen virtualmente para comprar réplicas de ropa de marca que llegan desde China. O que llegaban. Porque los tiempos han cambiado.
La ropa de fútbol y baloncesto está de moda. Ya ni siquiera hace falta tener afición a dichos deportes. La culpa es de una tendencia de moda llamada ‘bloke core’ y que consiste en vestir camisetas de fútbol y baloncesto a diario. Pero se da la circunstancia de que las prendas originales tienen un coste muy alto. Una camiseta de fútbol en la tienda oficial del Real Madrid o el Barça no bajan de los 100 euros, y suelen superar los 150 si se adquieren con dorsales o parches oficiales de LaLiga. Precios prohibitivos para la mayoría de los bolsillos.
Es ahí donde entran en juego los falsificadores. Réplicas casi exactas que a menudo no pasan de los 20 euros. Tratos que se hacen de forma soterrada por internet, con distribuidores y factorías ubicadas principalmente en China. También en Turquía o Tailandia, que son los otros dos países que le van a la zaga en el ranking de falsificaciones. Pero China es la mayor productora mundial de ropa falsa de marca. Y tal es el volumen de venta en España, que los falsificadores han decidido montar sucursales lo más cerca posible de nuestro país.
Las tres vías
Ahí entra en juego Portugal. Nuestros vecinos ibéricos se han convertido en una plataforma ideal para delitos que se cometen en nuestro territorio. No sólo para las réplicas de ropa: también es el lugar en el que se fabrican las narcolanchas, prohibidas en nuestro país. Pero lo que ahora nos ocupa son las falsificaciones. Y en ese ámbito, los lusos también tienen gran responsabilidad de la mercancía ilegal que entra en España.
«Hay tres formas en las que Portugal entra en el juego de las falsificaciones», explican a este diario fuentes policiales especializadas en este ámbito: «La primera es la fabricación total, la segunda es la fabricación parcial y la tercera es la recepción desde Asia. Son tres casos distintos, pero en todos ellos hay redes criminales que se están aprovechando de la laxitud de las autoridades portuguesas en este sentido».
La primera a la que se refiere es la denominada ‘fabricación total’. Esto es, la creación desde cero de la réplica de una prenda original. Algo que se viene dando en nuestros días, pero que no es nuevo. El pasado 7 de junio, la Policía Nacional anunciaba que, en una operación conjunta con la Guardia Nacional Republicana de Portugal y Europol, habían desarticulado una organización criminal internacional dedicada a la fabricación, importación, distribución y venta de producto textil falsificado.
‘Contrafaçao’
La intervención concluyó con siete detenidos en España, diez investigados en Portugal, seis entradas y registros en España y 17 en el país luso. La policía intervino más de 20 toneladas de productos (34.436 artículos), 507.000 euros en efectivo ocultos en varios zulos, una pistola, maquinaria para creación de las falsificaciones, dispositivos electrónicos y doce vehículos. En ese caso, todas las prendas eran fabricadas en Portugal y ofertadas por redes sociales a cuentas de toda Europa, siendo España el país que más artículos adquiría.
No es un caso aislado. Es la denominada ‘contrafaçao’, la palabara portuguesa para referirse a la falsificación. Las prendas se fabrican en talleres clandestinos del norte de Portugal, especialmente en el entorno de la ciudad de Oporto. Esta ciudad congrega el 85% de la industria textil del país, con unos 6.000 talleres que dan empleo a más de 75.000 personas. «La mayor parte de ellas son industrias legales. Pero hay muchas. Es muy difícil detectar dónde se están fabricando réplicas», cuenta esta fuente policial.
Esos talleres se encuentran próximos a las fronteras de Pontevedra y Salamanca. Son los dos enclaves donde se recepciona la ropa copiada que llega a nuestro país. Los destinos finales, no obstante, son ‘mantas’ de las grandes ciudades españolas, «especialmente Madrid, Barcelona y las ciudades costeras», concluye este agente.
Sin acabar
La segunda vía es la denominada ‘fabricación parcial’. Esto lo confirman desde la Asociación para la Defensa de la Marca (Andema), la principal asociación española de empresas por la defensa de sus derechos de marca. Su presidente, Gerard Guiu, explica una de las tretas conocidas para esquivar la acción de la ley.
«Están proliferando las fabricas portuguesas que acaban el producto. Es habitual que lleguen prendas sin acabar. Las mandan desde China, Turquía o el país donde las fabriquen. Pero les falta el remate, el logo de Nike o de Adidas, por ponerte un ejempo. Llega el producto copiado a Portugal, pero sin ese detalle. Así, la policía no puede hacer nada, porque aún no es una réplica de la marca. Mandan el producto inacabado para burlar la ley», explica.
Guiu subraya que «en España hace falta más concienciación por parte del consumidor en materia de falsificaciones. Somos el segundo país de Europa que más compra, sólo por detrás de Bulgaria», según un estudio de la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (Euipo). La media europea es del 13% de la población reconociendo que ha comprado falsificaciones de forma consciente; el porcentaje español es de un 20%.
Tasas
La última vía la confirma uno de los vendedores chinos en persona: «We ship to Portugal because taxes», [enviamos a Portugal por los impuestos] resume en inglés. Porque hemos hecho el seguimiento de uno de esos paquetes con réplicas que (en este caso sí) se fabrican íntegramente en China. Concretamente en la ciudad de Shenzen. Cuando el vendedor envía el producto, aporta un dato que se llama «tracking’, que es un número con el que el comprador puede trazar el trayecto de su paquete en páginas web. Y, como podemos ver en el mencionado envío, el origen también figura como ‘Portugal’.
El vendedor jura que en este caso no se debe a que el producto esté fabricado en un taller luso, sino a que cuando se envía a Portugal, las políticas de recepción del país vecino son mucho más laxas. En España, recibir un paquete de determinado peso o dimensiones desde China, supone que el destinatario debe abonar una cantidad en la oficina de Correos en concepto de aduanas. En cambio, en Portugal no sucede. Una vez se recepciona el paquete (opaco) en ese país, una empresa de mensajería se encarga de llevarlo hasta España, burlando así la política aduanera española.
Desde la Oficina Española de Patentes y Marcas han explicado a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA que «la principal economía de procedencia de los productos falsificados sigue siendo China. Otras fuentes importantes de falsificaciones incluyen Turquía, los Emiratos Árabes Unidos y Singapur». De hecho, un estudio de la OCDE y de Euipo establecía el siguiente ranking: el principal enclave de origen de las falsificaciones era China, el segundo era Hong Kong, el tercero era Turquía y el cuarto Singapur.
Pero ese informe, que también especifica que la cantidad que mueven las falsificaciones de ropa en Europa es de aproximadamente 121.000 millones de euros al año, data de 2016. En estos últimos tiempos, Portugal ha demostrado que vuelve a recuperar pulso en cuanto a falsificaciones de ropa. Operaciones como la llevada a cabo por la Policía Nacional en junio lo demuestran; los testimonios de la gente del sector, incluídos los propios falsificadores lo ratifican.