Las trabajadoras de una residencia de mayores de la Comunidad de Madrid -la gran mayoría de ellas son mujeres- llegan a las ocho de la mañana para iniciar su jornada. Lo primero que les dan al entrar en el recinto es una ruta de trabajo donde tienen asignado el número de residentes que van a atender. Son 14 por persona. Les toca despertarlos, ducharlos, secarlos, hidratarlos, vestirlos y llevarlos al salón para que desayunen. Todo ello en dos horas. Algunos tienen una dependencia de grado I, otros II y otros III, es decir, necesitan mucha ayuda. Pero de media solo les pueden dedicar unos 12 minutos a cada uno. Porque rara vez se cumple el ratio: hay compañeras que libran y otras que están de baja o de permiso, así que normalmente atienden a más personas, lo que reduce todavía más ese tiempo. Por eso, un nuevo informe pide ahora doblar las ratios de presencia física y triplicar la de personal equivalente ante una situación que consideran «desastrosa».

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