En El mago del Kremlin, una interesantísima aproximación de carácter psicológico a Vladimir Putin, el escritor Giuliano de Empoli afirma que los rusos “habían crecido en una patria y se hallaban de súbito viviendo en un supermercado”. La imagen posee una fuerza inusual para describir el paso de la antigua Unión Soviética a la Rusia actual. Pero va mucho más allá porque la vida de los seres humanos, tanto en el ámbito de lo personal como en el de lo colectivo, está jalonada de cambios bruscos y de grueso calibre, de giros de guion de los que no somos conscientes en el momento de vivirlos, pero que resultan tan desconcertantes como el señalado por Empoli. En la transición de la niñez a la adolescencia, por poner un ejemplo sencillo, la familia, que era un espacio protector, deviene en un lugar oprimente (y deprimente). De ahí que resulte tan difícil de manejar tanto para los padres como para los hijos. Los adultos conservamos tan poca memoria de esa época porque resultó muy traumática. La reprimimos, en fin, y nos angustia cuando emerge y se renueva en la prole.

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