El Mundial 2030, como posible factor de impulso del Nou Mestalla, cuya construcción Peter Lim incumple desde 2019, se ha convertido en foco de controversia en el entorno del valencianismo. En el recuerdo de muchos persiste todavía el lastre económico que supuso para el Valencia CF la remodelación del estadio, entonces Luis Casanova, para ser la sede de la selección española en los primeros tres partidos de la Copa del Mundo de 1982. Entre los partidarios de que Mestalla acoja de nuevo dos o tres duelos de un Mundial suele resaltarse el impacto positivo que generaría para la hostelería y el turismo. No obstante, los datos sobre los resultados económicos directos para los países organizadores indican que el negocio de los Mundiales de fútbol es, casi siempre, ruinoso.
Foto de las obras del Luis Casanovas para el Mundial España 82 / SD
La historia de 1982
Como apunta el periodista económico Javier Ruiz, los Mundiales puede decirse que son «un gol» económico «contra los anfitriones». En 1982, el Estado español perdió 240 millones de euros-600 de las antiguas pesetas-. Las ayudas prometidas apenas acabaron llegando a los clubes para las reformas de los estadios. El 11 de abril del 78, la junta general de socios del Valencia aprobó una remodelación que amplió el aforo, cambió la hierba, la iluminación y los bares interiores. El Ayuntamiento se encargó de amoldar el entorno urbano de la zona colindante, pero el club terminó asumiendo el pago de una obra, presupuestada en 160 millones de pesetas, cuyo coste casi se triplicaría a bases de intereses que se convirtieron en una auténtica soga.
Según un estudio de la revista ‘Nature’, que recoge 14 campeonatos desde Inglaterra 1966, la rentabilidad de la Copa del Mundo para las naciones que la organizan prácticamente no existe. Únicamente el celebrado en 2018 en Rusia, donde el gobierno de Vladímir Putin hace uso de la desinformación a su antojo, habría terminado con un saldo positivo. El Kremlin aseguró que ganó 240 millones de euros. En los demás, el balance para los anfitriones fue deficitario.

Imagen extraída del reportaje de ‘El Orden Mundial’, cuya fuente originaria es un estudio de ‘Nature’ / El Orden Mundial
Mientras los ingresos por derechos televisivos aumentan -en 2026 rebasarán, con 10000 millones, los 6300 de Catar 2022-, el agujero reside en que gasto e inversiones son mayores. Esa es la razón por la que la organización, insostenible para un solo país, se divide en dos y hasta en tres. El Gobierno de España cifró el coste para 2030 en 1433,2 millones de euros (750 en infraestructuras deportivas y 683,2 en costes de organización). Eso sí, se prevé que, por cada euro invertido, en España se crearán 78 puestos de trabajo. En total, se estima que podría generarse un valor añadido de 5120 millones en el PIB y 82513 empleos a tiempo completo.
Sin embargo, los estudios incluyen los ingresos y gastos directos. Es decir, las infraestructuras no deportivas o ganancias en hostelería, costes o beneficios difíciles de delimitar, están excluidos. ‘El Orden Mundial’ actualizó el informe de ‘Nature’ y calculó que desde 1966 hasta 2018 las pérdidas acumuladas, asumidas en gran medida por los anfitriones, llegan a los 17000 millones de dólares. Todo ello, sin contar con Catar 2022. La Copa del Mundo más cara la historia. Las autoridades de esta petromonarquía árabe cifraron en más de 200 000 millones de dólares el coste global, destinándose 6500 a estadios.
La FIFA, mientras tanto, es quien más gana: entradas, derechos de emisión y publicidad.