Aunque peor sería no poder votar. Todavía vivimos el rebufo de las elecciones europeascon el reparto de puestos contestado por Meloni más para garantizarse una vicepresidencia importante que por otra cosa, cuando se celebra este domingo en Francia la segunda vuelta de unas elecciones ganadas en la primera por el partido de Le Pen aunque solo se hayan decidido ya 76 de los 577 escaños de la Asamblea Nacional. En el Reino Unido el revolcón, también histórico, se lo han dado esta semana los Laboristas a los catorce años de gobiernos conservadores que han sacado al país de la UE y han ofrecido un obsceno desfile de primeros ministros incapaces de mejorar la maltrecha economía. Les vendrá bien una temporada de reflexión bastante más larga que la de don Pedro Sánchez para pensar con tranquilidad en todo lo que han hecho mal y allanar así el camino de Starmer. Sin olvidar a Irán donde este fin de semana se decide la segunda vuelta entre un candidato moderado y otro conservador, bendecidos ambos por los ayatolás que cortan allí el bacalao y por eso los iraníes pasan masivamente de participar en la farsa. En Cataluña otros ayatolás, que también allí los hay, van ganando terreno a costa de rebañar una concesión tras otra y podemos acabar con una repetición electoral tras el verano. Nuestro presidente avanza de victoria en victoria hasta la derrota final. Como acaba de recordar Felipe González, no es lo mismo gobernar que estar en el gobierno.
O sea, que no faltan elecciones aunque las que más preocupan son, por razones obvias, las de hoy en Francia y las de los Estados Unidos que no se celebrarán hasta el día cinco de noviembre y que, aunque parecen lejanas, son las que pueden acabar afectándonos más a todos.
Macron ha hecho un pan con unas tortas y con su decisión de disolver la Asamblea ha puesto en bandeja el reconocimiento del espectacular aumento del voto hacia la ultra-derecha, que refleja el malestar de mucha gente dejada de lado por las políticas neoliberales y la misma globalización, algo a tomar en consideración en España por aquello de si ves las barbas del vecino rapar… pon las tuyas a remojar. Lo que hoy acabe sucediendo impactará sobre el funcionamiento de la Unión Europea que sin Francia y Alemania, que también ve asomar las orejas del lobo, lo hará bastante peor. Y nosotros vamos en ese tren. Hoy se deciden esos dos futuros, el de Francia y el de Europa. En Francia, con casi todos sumando fuerzas frente al partido de Le Pen puede pasar cualquier cosa… que siempre acabará en una incómoda cohabitación, aunque no sea igual hacerla con la extrema derecha que con un conglomerado de centro-izquierda, que es una opción mejor (por más que con la Francia Insumisa dentro tampoco sea muy apetecible). Y también se decide hoy el futuro de Europa donde París perderá influencia. Que Dios nos coja confesados.
En EE UU las elecciones son en noviembre pero el mundo entero contiene la respiración y no tomará decisiones hasta conocer su resultado, por ejemplo en las guerras de Ucrania y de Gaza. El debate de hace diez días entre Biden y Trump, entre un señor mayor que dio muestras de preocupante senilidad y un delincuente impredecible y vengativo, ha aumentado la inquietud del mundo en general porque, por ejemplo, ¿se puede dejar en sus manos el botón nuclear? De entrada se ha abierto la discusión dentro del Partido Demócrata sobre la conveniencia de buscar otro candidato a cuatro meses de la cita electoral (el New York Times ha llegado a pedirlo en un editorial) con el agravante de que no hay un procedimiento para ello que no parta de la renuncia voluntaria del propio Biden, y éste parece seguir muy contento consigo mismo y dispuesto a dar la batalla respaldado por quiénes piensan que no hay que tomar decisiones precipitadas porque tuviera «una mala noche». Fue más grave que eso, Biden falló en un debate cuyo objetivo no era discutir programas sino convencer al país de que sus 81 años (mal llevados) no son impedimento para gobernar y no lo consiguió. Por eso creo que debería ser él quien por patriotismo se hiciera a un lado pero a lo mejor es que no se da cuenta y eso, que podría interpretarse como que confirma lo peor, sería ciertamente lo peor.