Van pasando los años y como si fuera la noche de la marmota se repite una y otra vez la misma historia. Lo debatía hace unos Tours, en plena pandemia, con mi compañera Valentina Raffio. Los insectos, al menos en buena parte de Europa, parece que están en vías de extinción. Ya no hay ningún ciclista, como antaño, que llame al médico de carrera para que calme el escozor por una picadura en la cara, los brazos o las piernas. Se caerán, desgraciadamente y ojalá sea cada vez menos, tendrán dolor de cabeza por el sol o se resfriarán por la lluvia, pero esos bichitos a los que llamamos insectos han dejado de atormentar al pelotón. Un tema menos para preocuparse en plan deportivo, pero un problema pensando en el futuro de la humanidad.

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