El Reino Unido ha dicho «adiós» a los tories. Media década después de obtener sus mejores resultados electorales en 40 años, el Partido Conservador se ha derrumbado, quedando delegado a 144 de los 650 asientos en la Cámara de los Comunes, frente a los 365 de 2019.

«Asumo la responsabilidad por la pérdida», decía Sunak, disculpándose y admitiendo la derrota antes incluso de que se terminaran de contar el 100% de los votos. Keir Starmer se ha convertido en el nuevo primer ministro de Reino Unido, con una victoria solo comparable a las de Tony Blair en las elecciones de 1997. Según los sondeos a pie de urna, obtendrían 410 escaños. En el escrutinio, que aún se está desarrollando, ya tienen 338 asientos, por encima de los 326 necesarios para tener mayoría. El mensaje es claro: el país ha apostado por el cambio.

La derrota arrolladora del Partido Conservador no es una sorpresa. Durante toda la campaña, Rishi Sunak se ha mantenido 20 puntos por detrás del líder laborista. Sunak, que llegó al poder en otoño de 2022, ha sido incapaz de recuperar la confianza del electorado en su partido, herido por la gestión económica, el escándalo del partygate, la gestión del Brexit, la pandemia y las divisiones internas; que provocaron una sucesión constante de primeros ministros.

La decisión súbita de declarar elecciones en verano, al estilo Pedro Sánchez, podría haber sido su peor error. La mala gestión de Sunak de la campaña electoral, incluyendo su ausencia del aniversario del Día D y el escándalo por las apuestas del día de las elecciones, también le han pasado factura tanto al líder tory como a su gabinete.

Las elecciones de 2024 podrían ser históricas en relación al número de votantes que han cambiado de signo político a lo largo y ancho del país. Las mayores pérdidas han sido entre los conservadores, seguidos del Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés), en favor del partido Laborista, el Liberaldemócrata y Reform UK.

Entre los diputados que han perdido sus escaños destacan Grant Shapps, ministro de Defensa, y Penny Mordaunt, presidenta de la Cámara de los Comunes y ex-candidata a líder del partido.«La gente no vota a partidos divididos», decía Shapps.

La derrota ha alcanzado distritos conservadores tan seguros como Bury St Edmunds, en Suffolk, que ha obtenido un diputado laborista, tras haber votado tory en todas las elecciones desde 1820. Mientras tanto, el Partido Liberal Demócrata liderado por Ed Davey, se ha situado en tercer puesto con 58 escaños, un gran avance comparado con los 11 que obtuvo en las elecciones previas.

El SNP se ha desplomado, obteniendo sólo ocho escaños, frente a los 48 de 2019, en una derrota sólo comparable a la del Partido Conservador. El ex-líder laborista Jeremy Corbyn ha mantenido su escaño del norte de Londres, pero esta vez como candidato independiente .

14 años después

Tras 14 años de gobierno tory, Reino Unido le ha pasado el relevo al laborismo. “El cambio empieza aquí,” decía Keir Starmer al ser elegido como diputado. “Cambio” ha sido, sin duda, la palabra de la noche, presente constantemente en los discursos de los laboristas, que celebran una victoria casi sin precedentes. Su nueva “súper mayoría” le permitirá la libertad de poner en marcha las promesas de su manifiesto, incluyendo nuevas políticas en las áreas de economía, salud, energía, servicios sociales e inmigración.

El otro ganador de la noche, sin embargo, ha sido Nigel Farage. El político, líder del partido de ultraderecha Reform UK (antiguo Partido del Brexit), se ha convertido por primera vez en diputado. Reform UK ha obtenido cuatro escaños. Farage ha sido capaz de movilizar el apoyo de parte de los votantes conservadores descontentos con el gobierno, aunque se ha quedado lejos de los ambiciosos resultados que predecían algunas encuestas, que lo colocaban por encima incluso de los tories.

En muchas ocasiones, el apoyo a Farage ha dividido el voto conservador, dando la victoria al laborismo, que Farage ha puesto en el punto de mira. “Mi plan es construir un movimiento nacional en masa”, decía en su discurso. “Vamos a por el Partido Laborista», zanjó. 

La victoria de Keir Starmer es una declaración de intenciones. En un país arrastrado por dificultades económicas y una crisis severa de liderazgo, la madrugada del viernes no sólo es una gran victoria del líder laborista sino también una derrota devastadora para los tories, en lo que apunta a ser las elecciones generales con menor participación desde 2005.

“Es el momento para que nosotros cumplamos,” decía Starmer en su discurso. Ahora le toca demostrar si «diferente» es lo mismo que ‘mejor’. El mundo está mirando.

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