Contará la historia que Toni Kroos colgó su violín una tarde de calor pegajoso de julio en Stuttgart. En un partido incómodo en el que corrió demasiado detrás del balón por culpa de un atajo de descarados chavales que se presentaron ante los anfitriones sin complejos. En realidad no tenían por qué tenerlos, ya que llevaban lustros ganando a los teutones en categorías inferiores. Y en la absoluta no perdían desde 1988. Un partido en el que la fe de los De la Fuente no les dejó rendirse ante una Alemania que la acorraló. El placer de sufrir, algo que Kroos había explicado a sus compañeros de selección al empezar esta concentración de la Eurocopa.

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