El Partido Laborista ha logrado una aplastante victoria este jueves en las elecciones generales en el Reino Unido. Los sondeos a pie de urna han dado a la formación de Keir Starmer 410 de los 650 asientos en la Cámara de los Comunes, un resultado que se queda a tan sólo ocho escaños del obtenido por Tony Blair en 1997 y que devuelve al laborismo al poder 14 años después. Los laboristas han conseguido superar con holgura la mayoría absoluta, situada en los 326 escaños, e iniciarán una nueva etapa al frente del país tras más de una década de gobiernos del Partido Conservador, que está a las puertas de obtener el peor resultado de su historia con 131 representantes en el Parlamento, según los primeros pronósticos.
El Partido Laborista ha logrado capitalizar el desgaste de un Partido Conservador que ha sido incapaz de cumplir con muchas de sus promesas y que se ha visto sacudido por los escándalos y las divisiones internas en los últimos años. Las políticas de austeridad, el Brexit, el deterioro de servicios públicos como la sanidad o la educación y el aumento del coste de la vida han pasado factura a los ‘tories’ y han puesto las cosas muy difíciles para el primer ministro, Rishi Sunak, quien cogió las riendas de la formación en uno de sus peores momentos. Lejos de mejorar la imagen de su partido tras las dimisiones de Boris Johnson y de Liz Truss, Sunak ha hundido todavía más al partido con una política migratoria fallida y con una economía que no ha acabado de despegar.
A los fracasos de los gobiernos conservadores se ha sumado la apuesta de Starmer por la estabilidad económica y por la moderación y a sus esfuerzos por desvincularse de su predecesor en el cargo, Jeremy Corbyn, quien obtuvo una de las peores derrotas del Partido Laborista en 2019. El giro al centro y la ruptura total con la anterior dirección han permitido al líder laborista atraer a los votantes más cercanos al centro liberal y mantener al mismo tiempo a una parte importante del electorado tradicional de la izquierda, que lo sigue viendo como la mejor alternativa a los gobiernos del Partido Conservador a pesar de discrepar en materias como la identidad de género o la política exterior. El único partido que podía hacerle sombra por ese flanco, los Verdes, ha logrado dos representantes, castigado por el sistema electoral británico.
El éxito de los laboristas también se ha debido al auge del partido de derecha radical Reform UK, liderado por el populista Nigel Farage, quien ha conseguido atraer a los votantes conservadores más descontentos con la llegada irregular de inmigrantes al país. A pesar de que el partido apenas ha conseguido 13 representantes en la Cámara de los Comunes, según los sondeos a pie de urna, la división del voto de derechas ha permitido al Partido Laborista ganar en circunscripciones históricamente favorables al Partido Conservador. El fracaso de Sunak en su intento de contener la inmigración –una de las principales promesas del Brexit– ha dado alas a la formación populista, que ha conseguido acaparar una parte considerable del voto.
El resultado de esta noche ha abierto las puertas de Downing Street al Partido Laborista por cuarta vez en su historia. Pero los retos de Starmer serán mayúsculos. El previsible nuevo primer ministro confía en acelerar el crecimiento económico a través de inversiones en vivienda e infraestructuras y poder cumplir con su promesa de mejorar la delicada situación de los servicios públicos, pero por ahora las previsiones no son muy esperanzadoras. El Partido Conservador, por su parte, se enfrenta a un proceso de renovación que comenzará con la elección de un nuevo líder y con la definición de un nuevo rumbo político, una tarea no exenta de dificultades y que amenaza con abrir una nueva brecha interna en los próximos meses.