Se armó de valor, pese a su edad (no llega a los 18) y su vulnerabilidad, y se presentó en un cuartel de la Guardia Civil en el Sureste de Gran Canaria. Ante los agentes, la menor reveló el calvario que llevaba meses padeciendo. Una mujer, vecina de la localidad de Carrizal, la había captado, engañado y aprovechado de ella para introducirla en un local de Maspalomas. Bajo la apariencia de un club de intercambio de parejas, en el establecimiento la obligaban a ejercer la prostitución. La menor abrió los ojos: aquellos que decían ayudarla y preocuparse por ella la estaban explotando sexualmente para beneficiarse económicamente. 

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