Pocos eventos fuera de Occidente recibirán la atención de la cumbre que comienza este jueves en Astaná, la capital de Kazajistán. En este país de Asia Central, con extensiones infinitas y ricas en litio, petróleo y uranio atravesadas cada día por toneladas de mercancías que viajan de China a Europa, se reunirán los líderes de las naciones de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). Entre los invitados, para dar medida de la relevancia, figuran el chino Xi Jinping, el ruso Vladímir Putin y el turco Recep Tayyip Erdoğan. No serán los únicos. Astaná espera la llegada, a su vez, de las delegaciones de India, Pakistán, Irán, Bielorrusia, Catar, Emiratos, Mongolia y sus vecinos regionales, y de autoridades internacionales como el secretario general de la ONU, António Guterres.

La organización todavía es desconocida para el gran público en Europa. Pero su peso en las relaciones entre países al otro lado del mundo sólo aumenta. La OCS nació en 2001, todavía sin los iraníes, los indios o los pakistaníes, con varios propósitos. Oficialmente, para «fortalecer las confianza mutua», «potenciar la cooperación en la política, la tecnología y el comercio» y para «asegurar y mantener la paz, la seguridad y la estabilidad» en la región, con un interés particular en la contención del terrorismo. Adicionalmente, dentro del afán de China por ganar músculo geopolítico y promover foros estratégicos al margen de Occidente.

Para Astaná, la importancia de la cumbre es extraordinaria en un contexto marcado por la invasión rusa de Ucrania y la guerra abierta en Oriente Próximo, con el riesgo muy real de un nuevo foco en el Líbano. «Los tiempos son turbulentos y en esta cumbre está representada la mitad del mundo», argumenta Danat Mussayev, embajador de Kazajistán en España. «Mi país está interesado en evitar cualquier conflicto. Queremos paz. No queremos bloques. Queremos potenciar los intercambios entre países».

Desde su salida de la Unión Soviética en 1991, Kazajistán ha perseguido un objetivo: mantener su independencia y avanzar en su propia agenda. «Adoptamos una política exterior multivectorial», explica Mussayev. «Vivimos al lado de los chinos y los rusos desde hace siglos. Aprendimos a manejar la situación. Defendemos nuestros intereses. No abandonamos nuestra relación con Rusia, pero al mismo tiempo tenemos buenas relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea».

Lo que se lee entre líneas de sus declaraciones es el esfuerzo de la política exterior del país más extenso de Asia Central para cultivar unas relaciones sanas con sus vecinos, sobre todo con las dos potencias nucleares con las que comparte miles de kilómetros de frontera, sin inclinarse ni dejarse someter por ninguna de ellas. A este equilibrio se une la voluntad de cuidar y fomentar los vínculos políticos, económicos y culturales con Occidente.

Entre los diplomáticos kazajos, y especialmente en las intervenciones del presidente Kassym Jomart Tokayev, aflora con frecuencia esta idea del multivectorialismo compartida por el embajador. El analista Nicolás de Pedro, uno de los expertos españoles con más conocimiento y experiencia en el espacio possoviético, la resumió en un informe de 2023 para el Instituto Español de Estudios Estratégicos.

«La idea central es el establecimiento de relaciones amistosas fluidas y mutuamente provechosas con todos los grandes actores del sistema internacional (Rusia, China, Estados Unidos y la Unión Europea) y con todos aquellos que resulten de interés para Kazajistán (vecinos centroasiáticos, Turquía, Japón, Israel, Corea del Sur, etcétera)», escribió. «Es una estrategia de política exterior pragmática y no ideológica que aspira a contribuir a la seguridad y la prosperidad del país y a superar las dificultades impuestas por su encajonamiento geográfico, sin acceso a mares abiertos y con ellos a los flujos globales».

En Occidente, los ojos estarán en Astaná para estudiar la «amistad sin límites» de la China de Xi y la Rusia de Putin, y cualquier declaración sobre las crisis en Europa Central y Oriente Próximo vendrá acompañada de páginas de análisis e intriga en el resto del mundo. «Mucha gente en el mundo empieza a hablar de una guerra a gran escala», comenta Mussayev. «Es un peligro tremendo. Hay que hacer todos los esfuerzos para evitarlo». De modo que una definición aproximada de éxito para la cumbre incluiría, a juicio del embajador en Madrid, que «los países elaboren soluciones para todo el mundo que rebajen la tensión y eviten la escalada».

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