Este año coincide la celebración de la manifestación del Orgullo en Madrid (y dicen los mandamases de la capital que estas fiestas se han convertido en las más grandes de todas las que celebra la ciudad de acogida de todos los españoles) con el chupinazo de los sanfermines. Esto ocurre muy de largo en largo. De hecho, será la primera ocasión desde que la televisión pública emite íntegra la marcha del Orgullo, más reciente de lo que muchos imaginan. Como estudioso del planeta televisivo debo aclarar que el canal autonómico Telemadrid, gobernando en la casa de la Ciudad de la Imagen la derecha, fue quien comenzó a emitir en directo esta jornada festiva, mucho antes que TVE.
Lo de este 2024 creo que debe analizarse con distancia y mirada crítica. Representa muy bien hasta qué punto nuestra televisión, también la que ejerce el servicio público, puede llegar a mezclar churras con merinas, y provocar un totum revolutum en donde el espectador no avisado se va a hacer un lío. España es una fiesta continua, donde estamos al filo de regresar al pan y circo, con perdón, si es que alguna vez salimos de él. Por la mañana nuestra tele pública pondrá toda su tecnología punta al servicio del mogollón pamplonés. Por la tarde, sin solución de continuidad, las calles del centro de Madrid serán el acabose.
A mí me saltarán las lágrimas porque nací un día de san Fermín y desde el chupinazo anterior he surfeado el peor año de mi vida, y porque el Orgullo me toca muchas teclas sensibles. Menos mal que un profesional como Oriol Nolis, la imagen corporativa del Orgullo este año, estará al otro lado de la pantalla. Fue uno de los cómplices necesarios para no sucumbir en el camino. Gracias eternas.