Quitar asfalto en las ciudades para que la tierra respire y aumente el bienestar de sus habitantes. Esta es la filosofía que inspira muchos proyectos que están empezando a ejecutarse en ciudades europeas y de todo el mundo. Lo que hace unos años hubiera parecido una idea extravagante o radical está imponiéndose en la realidad por una simple razón: el calentamiento global se ve amplificado por las superficies pavimentadas en las ciudades, aumentando su temperatura en varios grados. Recuperar los terrenos naturales, en cambio, refresca las urbes y ayuda a reactivar la biodiversidad.
Todo empezó en la ciudad de Portland (EEUU) cuando en 2008 se fundó la entidad Depave, formada por un grupo de voluntarios que se dedicaban a sustituir el pavimento del suelo por áreas ajardinadas o, al menos, de superficie natural. El objetivo era muy simple: que el agua de lluvia que cae sobre la ciudad sea absorbida por la tierra y se eviten así las inundaciones.
No solo eso. De este modo se favorece que crezcan plantas silvestres, se planten más árboles y, en definitiva, se creen más zonas de sombra y verdor, lo que reduce el efecto ‘isla de calor’ causado por el pavimento artificial.
Son muchas las ciudades donde ha cundido el ejemplo. El movimiento Depave (Despavimentar) ya ha completado 75 proyectos en escuelas, iglesias y otras espacios públicos únicamente en Portland. Pero está llegando también a las grandes capitales de EEUU. Chicago invirtió, hace algo más de diez años, 14 millones de dólares en crear lo que denomina “la calle más verde de América”, al liberar de gran parte de asfalto un tramo de tres kilómetros de Blue Island Avenue y Cermak Road, en los que se instalaron jardines, pavimentos permeables y otros elementos que permiten absorber el agua de lluvia y recuperar la vegetación.
Y es que en el centro de esta ciudad llega a haber hasta seis grados centígrados más que en su periferia durante el verano: asfalto, cemento, hormigón y acero son los responsables. Materiales todos ellos empleados para el supuesto bienestar de sus habitantes, pero que ahora se están volviendo en su contra.
Evitar inundaciones o encontrar un lugar para respirar en la próxima ola de calor son los principales objetivos, pero todo parte de la necesidad de cambiar la actitud hacia el hormigón, pues no todo son beneficios en él.
Los patios de colegios son zonas perfectas para estas actuaciones, porque representan una oportunidad para educar a los alumnos sobre la forma de combatir el calentamiento global. Space to Grow, otra organización de Chicago dedicada a estos fines, ha reformado 34 patios escolares en la última década, sustituyendo el asfalto por campos deportivos permeables, jardines de lluvia y otras superficies porosas.
Europa empieza a despavimentar
Esta tendencia ha llegado también a Europa. En Lovaina (Bélgica), Baptist Vlaeminck, responsable del proyecto local de adaptación al cambio climático, explica que en 2023 se retiraron 6.800 metros cuadrados de pavimento. Aunque es una superficie aún modesta, permitió que 1,7 millones de litros de agua de lluvia pudieran ser absorbidos por la tierra, en vez de acumularse en las calles formando inundaciones y graves problemas públicos.
“Con el cambio climático, se van a incrementar las tormentas, por lo que despavimentar no es solo algo bonito, es una necesidad”, señala en declaraciones a BBC Giuliana Casimirri, directora ejecutiva de Green Venture, una entidad canadiense que trabaja en proyectos de este tipo.
Tras los resultados positivos de Lovaina, los responsables municipales ya prevén extender la retirada de pavimento a gran escala.
El barrio de Spaanse Kroon es el próximo objetivo, y allí está previsto suprimir una importante superficie de asfalto en las áreas residenciales y reforzar la presencia de peatones y ciclistas, reduciendo el peso del tráfico motorizado.
No solo eso, los edificios de nueva construcción o que sean reformados a partir de enero de 2024 tendrán que incorporar sistemas para que el agua de lluvia pueda ser reutilizada en dichos edificios o bien se filtren en zonas ajardinadas, en vez de ir a parar la vía pública y causar inundaciones.
En Francia también está adquiriendo fuerza la despavimentación. El Gobierno de Emmanuel Macron ha destinado 540 millones de euros a proyectos de ecología urbana, que incluyen la retirada de pavimento y la instalación de techos verdes y jardines verticales, es decir, la plantación de zonas ajardinadas tanto en fachadas como en azoteas. Todo ello, con el objetivo también de combatir las olas de calor, cada vez más frecuentes también en este país.
Un ejemplo: en la región de París se ha suprimido una superficie pavimentada de asfalto y hormigón de 45.000 metros cuadrados de superficie en un antiguo aparcamiento. Tras despavimentar la zona, se está renaturalizando el terreno para optimizar su capacidad de absorber el agua de lluvia.
El reto Ámsterdam-Rotterdam
En 2021, Holanda asistió a una competición tan inusual como esperanzadora e ilustrativa de lo que debería ser el futuro: sus dos principales ciudades, Ámsterdam y Rotterdam se enfrentaron en una especie de reto o concurso para ver cuál de las dos lograba desmantelar más baldosas de sus vías públicas para sustituirlas por zona ajardinada. Los ciudadanos de ambas localidades asumieron el desafío como una cuestión de orgullo, con sus respectivos ayuntamientos al frente. Finalmente, Rotterdam logró imponerse por un ajustado margen frente a Ámsterdam: 47.942 baldosas retiradas frente a 46.484.
Uno de los concejales de Rotterdam afirmó que esta retirada de pavimento “no consiste tanto en la cantidad de verde que se añada como en la creación de conciencia pública, involucrando a los ciudadanos en el cuidado de sus espacios naturales urbanos”, señaló a Bloomberg.
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