Hace más de cinco meses que se apagó su teléfono. Hace más de cinco meses que nadie habla con él. Son muchos los intentos, demasiadas las llamadas que recoge su buzón de voz. Apagado, sin señal. Su hermana, su pareja, su hija, sus amigos, su padre, su madre… nadie consigue hablar con él. «Sin noticias», lamenta esta última, Maricel, «no sabemos nada de mi hijo desde la madrugada del 10 de enero». Sobre la mesa, su último mensaje: «voy a descansar». Se llama Karel, tiene 41 años, y desde entonces está desaparecido.
Sin explicación, sin decir adiós y sin haber vuelto a dar señales, su rastro se perdió aquella noche, la madrugada del 10 de enero de 2024. Su foto aparece en los miles de carteles que se han compartido por redes sociales desde entonces. «Se encargó la asociación SOS Desaparecidos… pero no ha llegado ni una sola pista de él». Complexión fuerte, pelo moreno, cubano que llegó a España hace dos décadas, afincado en Madrid, 40 años (aunque este mes de junio ha sumado uno más), «si alguien tiene información…». Nadie ha contactado para dar el mínimo dato, lamenta Maricel. «Estamos como el primer día». Ella es la voz de la búsqueda. Junto al portal de sucesos e investigación de este grupo editorial reconstruye lo andado. La primera parada la hace aquella fatídica noche, casi seis meses atrás.
«Mami, ¿cómo está?»
“Mami, ¿cómo está? Yo bien, mi hijo. ¿Tú bien? ¿Qué comiste? ¿Fuiste al gimnasio? Sí…», recuerda Maricel. Nada destacable, apunta hoy, “aquel día me llamó por la noche, como siempre, tuvimos una conversación normal”. A su madre no se lo dijo en ese momento, pero Karel estaba saliendo de Villalba (Madrid) rumbo a Francia para ir a trabajar. «A su novia, con la que habló casi durante todo el camino, lógicamente sí…», apunta la mujer.
Cuenta que ambos hablaron hasta las seis de la madrugada. “Me voy a descansar, mañana hablamos… es lo último que tenemos de él». El desaparecido, Karel, se lo dijo precisamente a su pareja antes de colgar. «Además, mandó un mensaje». Adjuntaba una foto con una señal que indicaba que había llegado a destino: Francia. «Mi hijo se dedicaba a la compra-venta de coches, por lo que viajar era habitual”, explica Maricel. «Suiza, Francia… viajar era parte de él. Que lleve seis meses sin hablar con nadie no lo es».
«Voy a descansar». Tras el mensaje con la foto de Francia, todo se funde a negro: “no hay más». Karel no está. «Empezamos a preocuparnos… ¿Qué podíamos hacer?». Maricel, tras días sin saber de su hijo, y tras un sinfín de intentos por contactar con él, acudió a la comisaría. «Yo vivo en Santa Pola, Alicante, así que fui a preguntar qué podía hacer». Asegura que un agente trató de calmarla, «su hijo es mayor, seguro que no ha pasado nada, estará bien, me dijeron. Se habrá tomado unos días, se habrá ido por propia voluntad…», afirma.
No lo ven viable los que lo conocen. «Ojalá fuera así, pero… nadie entiende que él se vaya sin avisar…». Arrancó una investigación liderada por esta madre. Llegó hasta donde pudo, poco más. Su actual pareja, la última persona que habló con él, afirmaba «que hablaron normal, que no hablaron nada que anunciara que iba a desaparecer».
«¿Amigos? Mi hijo tiene amigos repartidos por todo el mundo, seguro…». Por si era cuestión de días, Maricel decidió tranquilizarse, esperar. «No me parecía normal, aunque seguí esperando…». Toma aire, «ni su hermana, ni su padre, ni su hija, nadie… ¿Nadie sabía nada de él?».
Finalmente, pusieron la denuncia de forma oficial. «Su padre acudió a una comisaría de Madrid y desde entonces se encarga la Policía Nacional». No hay avances. Al menos Maricel no los conoce. «Si hay algo, le informaremos». Nunca hubo más. «Estoy desesperada…». No hay día que no llore su ausencia, explica esta madre. Llama a su teléfono, le escribe. Sin respuesta, sin señal.
Diez mil euros por cobrar
Sociable, amigable, sin conflictos. Maricel describe a Karel. «El único conflicto que ha tenido fue con un empresario que le debía dinero…», apunta la mujer. A priori, nada de amenazas ni peleas, todo siguió el cauce legal. «El juicio se ha celebrado… y la resolución ha salido estando desaparecido. Ha ganado el juicio. El abogado no hace más que buscarlo para comunicarle que tiene 10.000 euros sin cobrar».
Una razón más, apunta Maricel, que le hace pensar que quizá Karel no está bien. «Si se ha ido estando bien, por voluntad propia… ese dinero lo querría, ¿no? Le vendría genial».
Hospitales, carreteras, por su mente Maricel ha dibujado mil escenas. «Me rompo la cabeza y no sé qué ha podido pasar… de verdad». Las llamadas entre ambos eran diarias. Los mensajes de Whatsapp, también. «La relación era buenísima con él. Había complicidad… me contaba todo, la verdad».
Amante del motor en toda su extensión: las motos, los coches, la mecánica, hizo de su pasión su profesión. Los viajes en su vida eran continuos, «iba con un coche, lo entregaba, volvía con otro a Madrid…». Todos pensaron que aquel viaje, el último, era uno de tantos. “No ha sido así…”, lamenta la mujer. Maricel, toma aire, «¿por qué mi hijo ha dejado de estar?».
«Ha dejado de llamar a toda su familia y con ninguno de nosotros estaba enfadado, no tiene explicación«. Ruega ayuda. Un dato, algo que la lleve a saber dónde está Karel. En su mente, dibuja otra opción, que el propio Karel lea estas líneas, sería la mejor de las noticias: “prefiero pensar que ha necesitado su espacio”, dibuja la mujer, “y que se ha quedado en Francia, no sé…». Guarda silencio y recompone su esquema. «Sea como sea, esté vivo o si le ha pasado algo…», Maricel ruega ayuda, «por favor, si alguien tiene algún dato… que nos lo haga saber».