Uno de los rasgos más persistentes de Roma es su caos. No llega a niveles de Beirut u otras capitales sugestivamente desordenadas de nuestro mundo, pero cualquiera que haya pisado —incluso brevemente— la ‘Ciudad Eterna’ lo sabe de sobra. No es sitio para obsesionados del orden y la disciplina. Sobre el tema también se han redactado artículos —algunos, muy poco piadosos o escritos desde el desdén— e incluso el fenómeno ha quedado retratado en libros.

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