Una chilena de Jude Bellingham en el minuto 95 salvó a Inglaterra del oprobio de la eliminación. A punto de que expirara el tiempo añadido se encontro solo y con un balón que venía hacia él de un múltiple salto en un desesperado saque de banda. Iba a ser la última oportunidad. Y la aprovechó.
Para que Inglaterra dispusiera 30 minutos más. No necesitó tanto tiempo. Al reglamentario minuto 91, el primero de la prórroga, un mal tiro de Eze fue a la cabeza de Bellingham y esa prolongación encontró la de Harry Kane, extrañamente solo igual que Jude antes, hundiendo a Eslovaquia, propinándole en un mazazo del que no pudo recuperarse porque carecía además de los mejores hombres, progresivamente sustituidos para aguantar un resultado que se transformó.
Miró Bellingham en la pantalla gigante que pende del techo cómo había sido su gol. No había tenido tiempo para recapacitar de tan improvisada y fugaz que fue la jugada, mientras la grada inglesa cantaba ‘Hey Jude’, agradecida y feliz por no haber pasado por la vergüenza de volver a casa tan merecidamente como Italia. Se enfrentará ante el verdugo del campeón, Suiza, el próximo sábado.
Corta trayectoria se augura a esta Inglaterra, salvada en dos acciones clave. La eliminación no habría sido ninguna sorpresa, ya que se gestaba con la simple observación del juego desde una mirada amplia de las propuestas de ambos equipos, obviando colores, escudos y nombres. Se trataba, en el fondo, de una batalla entre un grupo que vale 1.500 millones frente a otro que cuesta 150, había tasado Francesco Calzona, que preparó el partido de la sala de prensa, metiendo presión al rival y engrandeciendo la victoria eslovaca si se producía.
Pitos de los ‘supporters’
Pocas veces los ‘supporters’ habrán pitado a los suyos, y en el Veltins Arena, sucedió. Cierto que les cuesta poco vocear y animar; basta un saque de banda, un córner, una jugada acelerada, pero se aburrieron tanto con los pasecitos en el propio campo, esa cansina y lenta construcción que a la media hora se produjo ese episodio. Los pitos a tus propios, tan frecuentes en culturas latinas, son muy hirientes en el septentrión europeo.
Se mostró esta Inglaterra de Southgate, que será otra con otro seleccionador y los mismos jugadores, como un equipo infantil o cadete por rudimentario y simple en la forma de obrar. De pase en pase, de estación en estación, cada uno en su sitio porque el entrenador me ha dicho que no me mueva. Ni los goles ni el tiro al poste de Rice ni el gol anulado a Foden colorean la paupérrima imagen del equipo.
Un disgusto que se intuye
Desde el inicio se vio que Eslovaquia causaría un disgusto. Las irrupciones ofensivas de sus llegadores, Schranz y Haraslin por las bandas, y Kucka y Duda, sus interiores, causaron pavor antes de que llegara el gol. Hasta entonces, la única ocasión inglesa fue un tiro de Trippier que tiró una cerveza en el segundo anfiteatro.
A la hora de partido y un gol anulado a Foden por fuera de juego, había que imprimir algo de agitación, y Southgate retiró a Trippier y dio entrada a Cole Palmer, retrasando a Saka al lateral izquierdo. El único que se escapaba de su par y que convirtió a Hancko en el peor de los eslovacos.
El miedo a ganar y el miedo a perder confluyeron en el tramo final. Se encontraron los dos miedos y Bellingham invirtió el destino.