Mañana celebraremos la fiesta de san Pedro y San Pablo los que, sin duda, son las dos grandes columnas de la Iglesia Católica. Dos personajes muy diferentes. Pedro, el pescador tosco y rudo, de escasa formación, algo visceral en sus comportamientos y muy voluntarioso; el primero en confesar la fe en Cristo, sobre el que el Señor fundó su Iglesia.

Mientras tanto, Pablo, un fariseo culto, quizá algo arrogante, que tras su conversión se convirtió, gracias a su valentía y creatividad, en un propagador de la fe, fundador de las primeras comunidades cristianas.

Si bien es cierto que Pedro fue el primer discípulo en predicar el Evangelio, Pablo se consolidaría como el apóstol de los gentiles. Esto incluso les costó algún desencuentro en Antioquía.

Pero a pesar de ser tan diferentes, compartían lo esencial. Vivían y actuaban movidos por el Espíritu del Señor. Y su figura y su testimonio cobran gran actualidad para nuestras vidas.

Acogiendo su Palabra nos convertimos en sus amigos



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