Mañana celebraremos la fiesta de san Pedro y San Pablo los que, sin duda, son las dos grandes columnas de la Iglesia Católica. Dos personajes muy diferentes. Pedro, el pescador tosco y rudo, de escasa formación, algo visceral en sus comportamientos y muy voluntarioso; el primero en confesar la fe en Cristo, sobre el que el Señor fundó su Iglesia.
Mientras tanto, Pablo, un fariseo culto, quizá algo arrogante, que tras su conversión se convirtió, gracias a su valentía y creatividad, en un propagador de la fe, fundador de las primeras comunidades cristianas.
Si bien es cierto que Pedro fue el primer discípulo en predicar el Evangelio, Pablo se consolidaría como el apóstol de los gentiles. Esto incluso les costó algún desencuentro en Antioquía.
Pero a pesar de ser tan diferentes, compartían lo esencial. Vivían y actuaban movidos por el Espíritu del Señor. Y su figura y su testimonio cobran gran actualidad para nuestras vidas.
Acogiendo su Palabra nos convertimos en sus amigos
Sus vidas son vigorosos testimonios de fortaleza y perseverancia en la fe y su sacrificio ha dejado una huella imborrable en la historia del cristianismo, inspira nuestra vida como cristianos. Pedro y Pablo sufrieron persecuciones; los dos murieron mártires por la causa de Cristo. Sin embargo, su fe nunca vaciló. Es por eso que la fuerza de sus enseñanzas y de su vida fortalece nuestra fe. Cada 29 de junio celebramos su legado espiritual y renovamos nuestro compromiso de seguir su ejemplo de fe y coraje. Porque su ejemplo nos recuerda que la Iglesia está fundamentada en el amor de Cristo y que nuestras sencillas vidas, como las suyas, pueden convertirse en instrumentos extraordinarios en las manos del Señor.
El testimonio de Pedro nos inspira a vivir nuestra fe con coraje sabiendo que, sin importar nuestras debilidades, podemos encontrar perdón y fortaleza en Cristo. Su ejemplo nos muestra que a la pregunta «¿quién es Jesús para mí?» no basta responder con una fórmula doctrinal impecable. Siguiendo al Señor es como aprendemos a conocerlo; acogiendo su Palabra nos convertimos en sus amigos y experimentamos su amor transformador. En definitiva, ser Iglesia en seguimiento, que desea ser discípula del Señor y humilde servidora del Evangelio.
El Apóstol de los gentiles nos recuerda que crecemos en la fe
Por su parte, la respuesta de Pablo fue el anuncio. Su vida nos enseña que no importa nuestro pasado; el Señor siempre nos espera para convertirnos en instrumentos de su gracia., el anuncio del Evangelio. También para él todo comenzó por gracia, con la iniciativa de Dios. En el camino de Damasco. Además, la valentía de San Pablo frente a la adversidad nos anima a defender nuestra fe y a llevar el mensaje del amor de Cristo al mundo a tiempo; ya sabes, evangelizar a tiempo y a destiempo. El Apóstol de los gentiles nos recuerda que crecemos en la fe y en el conocimiento del misterio de Cristo cuanto más somos sus heraldos y testigos. Esto sucede siempre: cuando evangelizamos, somos evangelizados.
El Papa encomienda la intercesión de estos santos por los pueblos que sufren
En este día de estos pilares de la Iglesia, claro, tenemos un recuerdo y oración especial por ese testigo del Evangelio que nos ensambla con el primer testimonio de los apóstoles y que es signo de unidad, de caridad y de comunión en toda la iglesia: el Papa Francisco: »Cum Petro et sub Petro». Esta misma semana, el Papa encomendaba a la intercesión de los santos Pedro y Pablo, por los pueblos que sufren la guerra para que pronto encuentren la paz, al tiempo que pedía por todos nosotros para que el ejemplo de estos gigantes de la fe, nos convierta en discípulos misioneros, capaces de testimoniar por doquier la belleza del Evangelio.
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