Los múltiples conflictos de Oriente Próximo raramente pueden escapar a su propia historia. Salvo la paz entre algunos de sus principales actores, todo se ha intentado antes, aportando en el mejor de los casos soluciones temporales que no han resuelto las raíces del problema y han acabado estallando tarde o temprano. Ese es el dilema que vuelve a enfrentar Israel en su frontera con el Líbano, donde libra una guerra de baja intensidad con la milicia libanesa de Hizbulá desde el 8 de octubre, cuando esta última decidió abrir un frente en el norte “en solidaridad” con sus aliados palestinos de Gaza. El Estado judío está obligado a pacificar la frontera para permitir el regreso de los desplazados israelíes a sus hogares en el norte. Un plan que pasa por alejar a las milicias rivales de su frontera creando allí una “zona de seguridad” una idea que lleva casi medio siglo persiguiendo sin demasiado éxito.

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