Cuando se quema el combustible de los aviones, se liberan partículas de diferentes tamaños, incluidas las partículas ultrafinas (UFP, por sus siglas en inglés), diminutos granos de menos de 100 nanómetros de diámetro, aproximadamente 1.000 veces más pequeñas que un cabello humano. A pesar de que cada vez hay más pruebas de que la exposición a las UFP puede causar problemas respiratorios, variabilidad del ritmo cardíaco o presión arterial, este contaminante sigue siendo objeto de escasa investigación y no está regulado.

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