Treinta años después del primer crimen racista de España, el asesinato de la inmigrante dominicana Lucrecia Pérez, Disney+ revive el caso en un documental que ahora se vuelve más actual que nunca. “Cuando comenzamos en esta historia, en el año 2021, nos pareció que tenía una enorme vigencia el relato”, explica David Cabrera, director de ‘Lucrecia: un crimen de odio’ junto a Garbiñe Armentia. “En este tiempo que ha pasado, lamentablemente, los hechos han ido confluyendo hasta hacer esa vigencia más pertinente por la situación social y política. Desde luego el debate está más vivo hoy que cuando comenzamos”, analiza el creador, que alerta de lo «inquietantemente actual que reverbera ese archivo cuando lo ves ahora».

Lucrecia fue asesinada a tiros en las ruinas de una discoteca de Madrid en 1992 a manos del guardia civil Luis Merino Pérez, de 25 años, y los menores Javier Quílez Martínez, Felipe Carlos Martín Bravo y Víctor Flores Reviejo, de 16 años. Un caso que despertó una reacción social sin precedentes. La serie de cuatro episodios narra su historia e investiga a través de material de archivo inédito y testimonios de la familia y amigos de la víctima, incluyendo a su hija Kenia. También participan policías y jueces instructores que investigaron el caso, periodistas testigos directos de lo sucedido, así como abogados de los inculpados y de la acusación que protagonizaron el emblemático juicio posterior.

Reacción social sin precedentes

El racismo no desapareció en 1992 tras la gran respuesta social al crimen de Lucrecia, sino que todos esos jóvenes extremistas (muchos de ellos ‘skinheads’ y neonazis) “se dejaron crecer el pelo, se quitaron las bombers y se pusieron ropa casual para camuflarse esperando a que volviera a darse el clima social propicio para que esas expulsiones puedan ser expresadas sin complejos”, reflexiona Cabrera. “En cuanto comienza a crearse el caldo de cultivo adecuado, vuelven a surgir”, reflexiona sobre el momento actual. A pesar de la vigencia de la historia, el director aclara que no pretendían hacer un documental propagandístico o abanderar la causa: “Simplemente contamos una historia. Queremos que el espectador empatice con Lucrecia”.

Precisamente, construir la imagen de Lucrecia fue uno de los grandes retos de la serie. El archivo estaba formado por una sola fotografía de la joven dominicana y tenían que conseguir que los espectadores conocieran su historia a partir de esa única imagen. “Hemos intentado proyectarla en todas las otras mujeres que cohabitaban en Madrid, en la plaza de Aravaca, y habían hecho el mismo viaje que ella desde República Dominicana”, explica la directora Garbiñe Armentia. Fue posible explicar la historia gracias al material de archivo doméstico de videocámaras de mujeres dominicanas en su vida cotidiana. «De alguna manera se obró el milagro cinematográfico de que ves a Lucrecia aunque cambie de cara y cuerpo», declara Cabrera.

¿Un país racista?

El crimen sucedió en un momento en el que España proyectaba la imagen de país moderno y democrático tras las Olimpiadas de Barcelona y la Expo’92 de Sevilla. Con este documental reviven el crecimiento de los grupos extremistas, como los ‘skinheads’, y la violencia. Durante la investigación, los directores descubrieron que muchos de esos jóvenes ultras no tenían un conocimiento profundo de la ideología que compartían, sino que podían acercarse al grupo también “sin demasiada reflexión, por una pulsión irracional, por el fútbol, por moda o porque iba algún amigo”.

La serie también da vida a todos los inmigrantes que se trasladaron a España para buscar una vida mejor y las mujeres dominicanas que sufrieron discriminación como empleadas del hogar. Muchas de esas mujeres que trabajaban internas en las casas de personas adineradas se sentían «encerradas y maltratadas«.

El auge de la extrema derecha y los discursos de odio hacen que el relato sea «inquietantemente actual». ¿España es un país racista? “Yo soy un hombre español y blanco que cuando voy por la calle no me he visto expuesto a insultos racistas o a sentarme en el metro y que la persona que esté al lado se agarre el bolso. Habrá que preguntárselo a la gente que lo sufre”, declara el director. “El problema -añade el Cabrera- es que si les preguntas a ellos te expones a que te hagan un retrato de ti mismo, de tu sociedad, no tan confortable como nos gustaría”. 

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