Mientras sus empleados trabajaban sin recibir un euro, él viajaba con su novia rumana a Punta Cana, París o Londres, y la llevaba a restaurantes caros con el dinero que entregaron sus clientes, que se quedaron con las obras contratadas sin hacer. A su exmujer la agredió y dejó de pagar las pensiones alimenticias. Finalmente llegó el momento en entrar en prisión por violencia de género y José María, aprovechando la ley del «sólo sí es sí», decidió cambiarse de sexo y pasar a llamarse María José, tras lo que adujo que no había cometido un delito de violencia de género, dado que era una mujer. No sólo eso. A sus antiguos trabajadores, a los que debía miles de euros, los acusó de discriminación y homofobia, aunque ellos aseguran que es mentira, que jamás le llamaron «maricón de mierda», como él asegura. Ahora, sus clientes supuestamente estafados preparan una demanda para hacerle pagar.

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