El mundo es, cada año que pasa, un lugar menos pacífico. Hay más conflictos, son más violentos y se ha acelerado la carrera militarista. La inversión en Defensa ya no se ve como un derroche, sino como una garantía de seguridad.
Hay dos grandes conflictos en marcha a los que se les está dando una amplia cobertura informativa: la invasión rusa de Ucrania y la guerra de Israel en Gaza. Pero existen muchos otros por toda la geografía mundial, como las guerras de Etiopía o Sudán. Se están desarrollando también conflictos latentes o de menor intensidad, como los de Siria o Irak. Y algunos más que están de momento solo en la cabeza de los estrategas, pero que definen el comportamiento de grandes potencias militares, como Estados Unidos o China. Es el caso de Taiwán y la posible invasión por parte de la enorme República Popular China del Partido Comunista, que reclama la isla como propia y quiere una “reunificación” por las buenas o por las malas.
En este contexto, la posibilidad de una nueva guerra mundial, que pareció despejarse en los años noventa tras la caída de la Unión Soviética, ya no es descartada ni por los analistas con la cabeza más fría. Muchas de las variables que preceden a los grandes conflictos están en máximos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, según el informe del Índice de la Paz Global 2024 del Instituto para la Economía y la Paz (IEP), con sede en Sídney. ¿Estamos en el momento reciente más próximo a una nueva deflagración global?
“Pues desgraciadamente sí. Es cierto que vemos mejorar variables socioeconómicas (como esperanza de vida o escolarización) cuya degradación normalmente asociamos con un conflicto” explica en conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del mismo grupo editorial, Michael Collins, director ejecutivo para las Américas del IEP. “Pero apreciamos al mismo tiempo que hay un gran número de conflictos que, aunque hoy por hoy son pequeños, tienen posibilidad de escalar. Y esto en un mundo que ha dejado de ser unipolar para dar paso a un escenario geopolítico más complejo en el que, en lugar de dos bandos, hay muchos bandos que compiten”.
Tómese la guerra en Oriente Próximo, por ejemplo. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ya ha dicho que pretende redirigir el conflicto desde Gaza, ya casi totalmente destruida, hacia Líbano, desde donde ataca la milicia chií Hezbolá. Pero Hezbolá no es Hamás. Está mucho mejor armada y coordinada. Puede aguantar el pulso a Israel, especialmente si Irán se involucra. Las consecuencias son impredecibles. Si miramos a Ucrania, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha asegurado que tomará represalias contra la OTAN después de un ataque contra la península de Crimea presuntamente perpetrado con misiles estadounidenses. Estos focos de tensión se incrementan por una competencia estratégica, económica, política y miltiar, de las grandes potencias: de China a Estados Unidos pasando por la propia Rusia y la Unión Europea. Los miembros de la OTAN han acelerado su inversión en Defensa. Todo ello tensiona los mimbres de la geopolítica: cada vez hay menos acuerdos de seguridad común y más preparativos militares ante escenarios adversos.
Medio centenar de conflictos activos
La tendencia no ha comenzado ahora. El índice de paz del IEP ha caído en 12 de los últimos 16 años. Pero, desde 2019, el desplome es sostenido para este indicador, que mide las condiciones concretas de violencia pero también el aumento del gasto militar, entre otras variables.
Se dan en estos momentos 56 conflictos activos, la mayor cantidad desde la Segunda Guerra Mundial. Y cada vez tienen un componente internacional mayor, con hasta 92 países involucrados en conflictos fuera de sus fronteras: Afganistán, Azerbaiyán, Burkina Faso, República Centroafricana, República Democrática de Congo, Etiopía, Haití, Irak, Israel, Malí, México, Myanmar, Níger, Palestina, Rusia, Somalia, Sudán del Sur, Sudán, Siria, Ucrania, Yemen…
En 2023 se produjeron alrededor de 162.000 muertes relacionadas con conflictos. Es la segunda cifra más alta (tras 2022) de las últimas tres décadas, desde el genocidio de Ruanda en 1994. “Si incluimos los cerca de 50.000 muertos en los primeros meses de este año, creemos que se va a superar ese récord”, apunta Collins. Los conflictos en Ucrania (83.000 muertes) y Gaza (con estimaciones de al menos 33.000 hasta abril de 2024) han causado casi tres cuartas partes de laos fallecimientos violentos. En Etiopía se cree que han fallecido por la guerra más personas que en Ucrania. En Sudán las cifras aún son una incógnita, pero se estima que puede ascender a hasta 150.000 vidas perdidas.
España y el “flanco sur”
España está entre los países con mayor índice de paz, en el lugar 23. Hay conflictos que la rodean. Casi todos son lejanos, pero en el Gobierno hay especial preocupación por el llamado “flanco sur”, especialmente por los conflictos yihadistas y golpes de Estado en los países del Sahel.
“Burkina Faso hoy en día es el epicentro del terrorismo yihadista en el mundo. Ha sobrepasado en el Índice global del terrorismo (muertes específicamente relacionadas con el terrorismo) a países como Afganistán, en una dinámica del desplazamiento del terrorismo desde Oriente Medio hasta el Sahel. Y, más en general, toda la zona, incluidas Malí y Níger, especialmente en las zonas donde el Estado no puede estar presente”, subraya Collins.
En este contexto, la retirada de las fuerzas francesas y de Naciones Unidas que ayudaban a los Gobiernos a luchar contra el yihadismo suponen, si no un impacto directo para la seguridad de España, sí un riesgo geopolítico para una zona que está conectada por las rutas de inmigración.
Conflictos contenidos
Un choque global no tiene por qué tener el mismo aspecto que la II Guerra Mundial, con millones de muertos y batallas aéreas o terrestres a sangre y fuego. El caso paradigmático es el de Taiwán. La República Popular China quiere incorporar a la isla independiente y democrática. El autócrata Xi Jinping ha prometido la reunificación. Ha ordenado ejercicios militares con decenas de aviones de combate y portaaviones en las aguas que rodean Taiwán. Uno de los escenarios posibles sería el de un bloqueo naval total de la isla por parte del Ejército Popular de Liberación chino. Eso provocaría un tsunami económico de enorme magnitud por todo el mundo: causaría una caída de la producción económica mundial del orden de los 2,5 billones de euros, casi el doble de la pérdida que se produjo a causa de la crisis financiera mundial de 2008, según estimaciones del IEP.
Mientras, los países de Europa han emprendido un aumento del gasto en Defensa. Eso reduce su índice de paz. Y, sin embargo, la disuasión militar puede mantener alejado el conflicto. “Veo lógica y evidente la respuesta europea: sobre todo en contextos de conflicto, la respuesta militar es necesaria para mantener la ley y el orden. Pero seguridad no es lo mismo que paz. La militarización es en sí misma un síntoma de falta de paz”, concluye Collins.