Francia, uno de los Estados fundadores de la Unión Europea, se desliza a una parálisis política, tras las elecciones legislativas anticipadas, forzadas por el presidente Emmanuel Macron. Y eso en el mejor de los casos. En el peor, gobernaría por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial un partido de la derecha radical, la Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés), heredero blanqueado y normalizado del Frente Nacional, creado por colaboracionistas del régimen de Vichy.
Macron mantiene que no tenía otra salida que convocar a los franceses a las urnas para que eligieran a los 577 diputados que forman la Asamblea Nacional y, en consecuencia, optaran por el tipo de gobierno que quieren. En las elecciones europeas, más del 50% de los franceses se decantaron por opciones extremistas con lo que el presidente vio necesario que los ciudadanos dejaran claro cómo seguir adelante. El partido más votado en las europeas fue el que lidera Marine Le Pen, con su escudero Jordan Bardella, como número uno de las listas. Lograron más del 31,3% de los votos, que se traducen en 30 eurodiputados.
Sin embargo, el presidente, cuyo mandato concluye en 2027, no va a dimitir sea el que sea el resultado de las legislativas, que se celebran el 30 de junio y el 7 de julio. Si fuerza la convocatoria a las urnas, una decisión que ni se ha entendido en Francia ni en las cancillerías europeas, debería tomar nota del mensaje que lancen los franceses. En una carta dirigida a la ciudadanía, Macron descarta que vaya a retirarse y se muestra confiado de que los franceses finalmente harán posible un frente republicano, para frenar a los extremos. La alternativa más probable es el bloqueo.
Así lo vaticina Mariama Darame en un análisis titulado «el riesgo de un país ingobernable» publicado este lunes en Le Monde. «Se acerca la primera vuelta de las elecciones legislativas anticipadas del domingo 30 de junio y el mundo político contiene la respiración. En el lado positivo, Emmanuel Macron alimenta la esperanza de recuperar una ‘mayoría de gobierno’, a pesar de la derrota de su partido en las elecciones europeas del 9 de junio. En el otro lado, el caos político provocado por la disolución de la Asamblea Nacional, con la extrema derecha en su apogeo, amenaza con estallar en una crisis institucional tras la segunda vuelta del 7 de julio».
Tres bloques irreconciliables
Las encuestas reflejan cómo Agrupación Nacional sigue aumentando apoyos. En el sondeo de Ifop que difunde Le Figaro, el partido que lidera Marine Le Pen llega al 36%, aunque aún no llega a la mayoría absoluta de 289 escaños, ya que se traducen en una horquilla entre 220 y 260. Actualmente tienen 89 representantes en la Asamblea Nacional, elegida hace apenas dos años.
La izquierda, con el 29,5%, tendría entre 185 y 215 diputados mientras que los macronistas, hasta ahora el grupo mayoritario (250) pero sin llegar a los 289, se quedaría por debajo del centenar de diputados.
En este contexto, será muy relevante el papel de Los Republicanos, la derecha conservadora, aunque en el mejor de los casos llegarían a los 50 escaños. El partido del general Charles de Gaulle se ha dividido en estas legislativas. Su presidente, Éric Ciotti, ha declarado su lealtad a Agrupación Nacional en un matrimonio de conveniencia, alentado por el empresario Vincent Bolloré, amigo cercano de Nicolas Sarkozy. Los defensores del cordón sanitario a la derecha radical serán objeto de deseo de los macronistas para dar forma a ese soñado frente republicano.
No me convertiré en un asesor del presidente. Necesitamos la mayoría absoluta»
JORDAN BARDELLA, DIRIGENTE DE AGRUPACIÓN NACIONAL
De confirmarse estos datos, con tres bloques irreconciliables, Jordan Bardella ha dicho que no sería primer ministro. Quiere la mayoría absoluta. «No me convertiré en un asesor del presidente ni aceptaré ser impotente», ha dicho Bardella en declaraciones a Le Parisien. «¿Cómo vamos a ser capaces de cambiar las vidas de los ciudadanos sin tenemos que cohabitar con una pluralidad de fuerzas? Nadie puede. Por eso digo a los franceses que confíen en nosotros. Necesitamos la mayoría absoluta».
El presidente sería quien designara quién ha de formar gobierno, que ha de ser el líder del partido más votado, pero ha de contar con un respaldo suficiente para poder impulsar sus políticas. Es posible que Bardella lance este mensaje para movilizar a su electorado.
En tres ocasiones se ha dado una cohabitación entre un presidente de una tendencia política y un primer ministro de otra, pero desde que se acortaron los mandatos de los jefes del Estado, de siete a cinco años, esta opción es más difícil porque suelen coincidir las presidenciales y las legislativas con un intervalo de pocos meses. Nunca antes la discrepancia entre los partidos era tan radical.
Bardella se encontraría con el rechazo del resto de la Asamblea Nacional. Pero tampoco los otros bloques podrían actuar a menos que haya aproximaciones entre el frente republicano y el Nuevo Frente Popular, algo dudoso sobre todo porque los melenchonistas se negarían en rotundo.
La frágil mayoría que tenían los macronistas ya se las ha hecho pasar mal a la hora de aprobar reformas fundamentales como la edad de jubilación, hasta el punto de que el presidente ha recurrido al artículo 49.3. Es decir, al decreto. En octubre se debatía el presupuesto y había riesgo de que fuera rechazado. La cuestión es que ese bloque al menos durará un año porque no podrán convocarse elecciones hasta dentro de un año.
Bardella, preparado
«En tres palabras. Estamos preparados», ha dicho Bardella, de 28 años, al presentar el programa de la derecha radical, ante la plana mayor de Agrupación Nacional, y los aliados con Ciotti y Marion Maréchal, la sobrinísima de Marine Le Pen.
«Lo digo solemnemente a nuestros compatriotas: la Agrupación Nacional es hoy el único movimiento que puede poner en práctica las aspiraciones claramente expresadas por el pueblo francés, ahora y razonablemente», ha dicho, en un intento de transmitir una imagen de firmeza y normalidad.
Como primera medida, Bardella pretende que el Parlamento suprima «un cierto número de restricciones que se aplican actualmente a la expulsión de personas a las que se ha expedido la llamada obligación de abandonar el territorio francés». Entre las medidas previstas figura «aumentar el periodo de detención en los centros de retención administrativa hasta el máximo permitido por la Unión Europea». Ahora son 90 días y quiere ampliarlo.
Si llega a Matignon, quiere «convencer al presidente» para organizar un referéndum, en virtud del artículo 11 de la Constitución para revisar la Ley Fundamental con el fin de «hacer intocables por la jurisprudencia europea o internacional las medidas de restricción de la inmigración preconizadas por la Agrupación Nacional», entre ellas la supresión del derecho de suelo, la restricción de la reagrupación familiar y la suspensión de las regularizaciones de inmigrantes clandestinos por los prefectos.
Ha asegurado que van vigilar «los intentos de injerencia de Rusia», lo que ha calificado como «una amenaza multidimensional tanto para Francia como para Europa». Ha querido dejar claro que Agrupación Nacional, que en tiempos obtuvo financiación de Rusia, ahora no tiene problemas en criticar el desafío que supone Rusia para los intereses franceses en África, el Mar Negro y en Ultramar. Ha dicho que es favorable a que se mantenga el apoyo logístico y de material a Ucrania, con líneas rojas, como el envío de tropas a Ucrania y de misiles de largo alcance que se utilicen para atacar suelo ruso.
También promete revisar la reforma de las pensiones, lo que supondría un agujero de miles de millones de euros en un país con una deuda galopante. Según reitera el presidente Macron, y avalan institutos económicos, el plan económico de la derecha radical, supondría unos 100.000 millones de euros al año de gasto público.
La cohabitación entre Macron y Bardella, si es el escenario resultante de las legislativas, va a convertir a Francia en un Estado bicéfala y caótico.
Macron ha planteado estas elecciones como un referéndum pero sin aceptar realmente el resultado. Debería recordar cómo en 1969 el general De Gaulle convocó un referéndum sobre una reforma secundaria del Senado para comprobar hasta qué punto había conservado la confianza de los franceses. Y aunque contaba con una mayoría aplastante en la Asamblea Nacional, dimitió cuando su propuesta de cambio fue rechazada.