Su historia comienza con él arrodillado, el culo bien levantado y la cabeza y los brazos apoyados en una silla, preparado para recibir una de las muchas palizas que le da su padre con un cinturón de cuero. Cuando termine, lo dejará encerrado, sin cenar, y en ese tiempo solo y a oscuras, el chico rubito imaginará venganzas y soñará que mata a su padre. Pero el tiempo del rencor solo acaba de empezar. Su madre le obligará a comer bife con puré durante años, se reirán de él en el colegio y le llamarán Mentira, por sus piernas cortas, soñará con ser portero “y ganar guita a lo loco y cogerme todo lo que quiera”, pero le echarán del equipo cuando falle uno de esos goles imposibles de fallar. Le pedirá a su padre que le compre un perro y él le dirá que se lo pida a los Reyes Magos a ver si con suerte le traen uno embalsamado. Le mirará las tetas a su madre mientras se desviste y se meterá en la cama de su hermana Karola para acariciarla y revolcarse con ella durante la noche. Será el batería de una banda de rock y querrá que le llamen Pájaro, pero el alias se quedará en Paja, y hará honor a su nombre artístico porque coger con chicas, la verdad es que cogerá poco. Probará la cocaína y le gustará bastante y alguien le preguntará qué quiere ser en realidad, y él contestará que quiere ser tantos que ni su vieja va a saber quién es, y que no entiende por qué las personas creen que tienen que ser una sola.

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