“Tranquilo Luis, sigue todo igual. Barcelona te quiere contratar”. La voz de Josep María Bartomeu resonó a un Océano de distancia. Era sábado, Luis Suàrez ya estaba en su casa de Ciudad de la Costa, en Uruguay, luego de haber salido tratado casi como si fuera un delincuente desde Brasil, y el presidente azulgrana le hacía saber que el interés de los culés no se había modificado un ápice. Era el inicio de una historia que se cerró con 198 goles de Lucho en Barcelona más una Champions , varias Ligas y mucha gloria.
En orden cronológico y a vuelo de pájaro. El martes 24 de junio en el Estadio Das Dunas de Recife, Uruguay se enfrentó a Italia. A poco del final , Suárez chocó con Chielini y clavó sus dientes por breves instantes en la espalda de Giorgio Chielini ( nunca mordió, porque técnicamente morder es clavar los dientes y cerrar la boca. La acción de Suárez fue la del niño en edad infantil que en lugar de un golpe de puño reacciona con sus dientes en forma impulsiva, pero sin cerrar su boca).
En la noche de ese martes, FIFA anunció que abría un expediente disciplinario contra el 9, y el miércoles, contra reloj, en Río de Janeiro, la Asociación Uruguaya de Fútbol presentó su alegato, en el que no admitía el mordisco, sino que manifestaba que había sido un choque entre el rostro de Luis y la espalda de Chielini.
El jueves de mañana, en el hotel Sofitel de Copacabana, Río de Janeiro, Brasil, se conoció la sanción. Eran nueve partidos de suspensión con la selección uruguaya, lo cuál lo eliminaba en forma inmediata del partido de octavos de final del Mundial 2014 ante Colombia. Pero la dureza de la sanción eran los cuatro meses en los cuáles Suárez quedaba inhabilitado de cualquier relación con el mundo del fútbol.
La sanción le prohibía incluso concurrir a un partido de fútbol de categorías infantiles, e incluía lo administrativo. Sin embargo, aquel Suárez poco menos que desterrado del mundo del fútbol por la FIFA, no fue impedido de poder ser transferido desde el Liverpool inglés hacia el Barcelona en 81 millones de euros.
Fue la tormenta perfecta, unidos por el espanto, decretaron la “muerte civil” del futbolista Luis Suárez por cuatro meses. Los ingleses, por un lado, que poco lo querían. Los brasileños, que temían encontrarlo en cuartos de final, si Uruguay vencía a Colombia en octavos. Y finalmente, la cúpula de la CONMEBOl , con el argentino Julio Grondona y el uruguayo Eugenio Figueredo, en represalia hacia la Asociación Uruguaya de Fútbol , por reclamos que los clubes uruguayos habían realizado poco tiempo atrás.
Ese mismo jueves 26 de junio, Suárez debió abandonar en forma inmediata la concentración de la selección uruguaya, y entonces, partió desde Brasil, tratado casi como si fuera un delincuente de la peor calaña.
Pero el sábado, llegó el llamado de Bartomeu. Pere Guardiola había seguido negociando su llegada los culés, y la comunicación del presidente arrojó certezas. El pase se haría. Fue anunciado algunos días después, y aunque nunca hubo presentación oficial, Lucho llegó al Barca.
La historia posterior todos la conocemos. El mejor socio para Messi, a quién la “nobleza” de Lucho lo cautivó desde el primer día, y gloria durante seis años. El mordisco pudo haber destruido todo. Pero Bartomeu actuó con inteligencia, y permitió que se escribiera la historia.