Entre los vecinos de Escatrón todavía impera la ley del silencio cuando son preguntados por algún paisano conocido que pudiera haber asimilado el discurso de la secta Evol. «Hay mucho silencio en ese tema», confiesa una mujer, cuya acompañante va un paso más allá al asentir levemente con la cabeza y fruncir el ceño intencionadamente. Los investigadores, por el momento, tienen localizadas a 12 víctimas –ninguna de ellas en Escatrón– entre la provincia de Huesca, Asturias y, «sobre todo», Cataluña, donde los perjudicados interpusieron las primeras denuncias, de ahí que la Guardia Civil de Barcelona haya dirigido la investigación.
Así lo explica a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN Alfredo Molina, teniente de la Guardia Civil y miembro del Servicio de Información del Instituto Armado en la Zona de Barcelona. Según relata Molina, se trata de una investigación «muy reciente» que se inició hace apenas un mes y medio. Las pesquisas avanzaron al mismo tiempo que apreciaron «un relato similar» en las declaraciones de los denunciantes que encontraron allí, en el paraje de El Gradón, un lugar para participar en «cursos de autoayuda».
Era el gancho «para captar a la gente» a la que luego Igor, junto a sus tres colaboradoras y «una jerarquía absolutista», inculcó el discurso del proyecto Evol, un vaticinio apocalíptico para 2027 en el que se eregía como el «salvador» del mundo. Su complejo, el de Escatrón, se iba a convertir en un centro de prestigio «conocido internacionalmente», por lo que les instaba a «invertir» económicamente para garantizar su viabilidad. Era, de todos modos, un discurso progresivo y «más o menos incisivo» en función de la fase de tratamiento en los cursos de autoayuda. «Había creado una forma de ver la vida y era lo que enseñaba a la gente con ese discurso», precisa Molina.
Tal era su capacidad de convicción que el Servicio de Información ha recabado testimonios de víctimas con aportaciones económicas que oscilan entre los 1.000 y 15.000 euros. Pero hay más. «Tenemos gente que vendió pisos por 60.000 euros y se lo dio todo», asevera el teniente. «Es una tipología muy complicada por el miedo que le tienen a este persona. Muchas víctimas no van a dar el paso de denunciar», prosigue.
Y es que allí, en Escatrón, impera la ley del silencio sobre la relación de los paisanos con la secta, más allá de alguna anécdota vecinal. Una mujer consultada por EL PERIÓDICO DE ARAGÓN sí reconoce haberles prestado cien euros después de que la familia se presentara en su finca suplicándole la entrega de 500 euros. «No lo entiendo. ¿Será gente débil de espíritu o nos estamos bebiendo el juicio?», ironiza un jubilado con la barra de pan bajo el brazo.
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