Escatrón es un municipio zaragozano al que se llega por carreteras de firme mejorable y con una anchura que obliga a santiguarse a quienes la transitan con asiduidad. El núcleo urbano se erige sobre la vega del río Ebro y las casas, viejas edificaciones que muchas solo ven abrir sus puertas en verano, apenas dan cobijo a medio millar de paisanos a lo largo de los fríos meses de invierno. La parte nueva se asienta en lo más alto y buena fe de ello dan las modernas edificaciones y las instalaciones públicas con las que cuenta la localidad, entre ellas, el colegio y su patio aporticado, el polideportivo, las piscinas o la futura residencia de ancianos en el terreno que hace años albergaba el centro de enseñanza de educación secundaria. Queda rodeado el pueblo por olivares, muchos olivares, entre los que también se cuela algún terreno yermo en una pequeña finca de un paraje conocido como El Gradón. Bajo un ribazo cerca de allí se ha levantado un complejo que llama la atención del más despistado y que ahora se cuela en las conversaciones de todos los escatroneros tras la reciente desarticulación de una secta destructiva de nombre Evol –love al revés– que encontraba cobijo en este emplazamiento.

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