Luis de la Fuente. / EFE

No enganchaba, no convencía, no ilusionaba… Antes de la Eurocopa nos encontrábamos a una selección sin líderes claros, sin estrellas que llamasen la atención de la afición y los medios. Sin esa figura de relumbrón que levantase pasiones. Y en el banquillo, Luis de la Fuente, un entrenador que aterrizó en el cargo de forma discreta tras el fracaso del Mundial de Catar y que no ha tenido un camino sencillo hasta llegar a Alemania. Aquellos aplausos a Rubiales en la asamblea del “no voy a dimitir, no voy a dimitir”, para luego criticarle, la mejorable manera de jubilar al futbolista con más partidos en la historia de la selección, Sergio Ramos, o el despropósito con Brahim, entregándoselo en bandeja a Marruecos son manchas en la hoja de servicio del seleccionador. Pero hay que pasar página y centrarse en el presente. Y ahí no hay dudas. Debemos disfrutar con una selección brillante, atrevida, sin corsés, con un juego que cuenta con varios registros. Se acabó la obsesión por el toque, la posesión y el pase inocuo para la estadística. España es un equipo comprometido, que ataca y defiende sin descanso, que pelea, se sacrifica, es tremendamente solidario y, claro, de mucha calidad. Vaya balas tenemos arriba con Lamine Yamal, el niño de esta Eurocopa, y Nico Willlams, capaz de destrozar cualquier cadera que se le ponga por delante. También, y cuando pocos lo esperaban, ha vuelto el mejor Pedri. Qué falta le hacía a la selección y, sobre todo, al futbolista, que lo ha pasado muy mal con las malditas lesiones. No olvidemos al capitán Morata, indiscutible, más maduro y líder dentro y fuera del campo. Si a todo esto le añadimos una defensa sólida, un Carvajal que parece un chaval de veinte años y a Rodri, el mejor centrocampista de Europa en estos momentos, te sale lo que está viendo todo el mundo: un equipo que puede ganar la Eurocopa. 

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