«Entra, pues, inocente, / en las sombras del bosque». Estos son los versos con los que Andrés Sánchez Robayna (Las Palmas, 1952) cierra En el cuerpo del mundo, la summa de su poesía recientemente reeditada. Docente, traductor, ensayista y, para lo que aquí interesa, poeta, Sánchez Robayna ha llevado a cabo a lo largo de más de cincuenta años un trayecto alejado del ruido, la improvisación y el espectáculo que a menudo acompañan a los productos manufacturados a golpe de consigna y rentabilidad comercial, un itinerario marcado por el rigor extremo y el pensamiento radical en torno a los límites, las carencias y las posibilidades del lenguaje, hasta el punto de que su escritura —atravesada por unos cuantos motivos más o menos recurrentes, metáforas obsesivas que dan cuenta de un coherente y muy personal universo imaginario— puede entenderse como el testimonio de un cuerpo, es decir, una conciencia, en el mundo, esto es, en el lenguaje: «Ahora, el niño que oyó / la lengua de las hojas / puede decirle a otro / que bajo los ramajes, entreabiertos, / hablan los mundos, laten los lenguajes», leemos en uno de los poemas de Sobre una piedra extrema, un texto en el que el sujeto poético —ese infante que bien podría resultar una proyección de la voz del autor— intuye que la poesía no es que hable de la vida, sino que es o puede ser la vida.

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