Santiago Homenchenko fue el primer jugador oviedista en pisar esta mañana el césped de El Requexón en el entrenamiento previo al viaje a Barcelona para jugar el partido de vuelta del play-off de ascenso. Luego le siguieron el canterano Yayo y Pomares. Este último se entretuvo un rato charlando con una leyenda que se acercó a la ciudad deportiva para mostrar su apoyo a los jugadores azules. Se trataba del portero Esteban.
Más tarde, se unieron al lateral y al exportero Jimmy, Bastón, Cazorla y el jefe, Luis Carrión, animoso y risueño como de costumbre. “¡Vamos, vamos!”, mascullaba Colombatto al saltar al verde, y Alemão, como confiado, guiñaba el ojo. Mientras, en la carretera que da acceso a El Requexón, Manuel Amando Manjón tiraba cohetes y petardos. “¡Apunta para aquí!”, le gritaban Camarasa y Millán.
El rondo discurría ágil, aderezado por los trucos de Cazorla, que crujió al joven Yayo con un caño que, claro, vino acompañado del vacile de rigor: “¿Estás bien?”. Al genio de Lugo de Llanera lo conoce perfectamente Manjón, íntimo amigo de su hermano Fernando, al que se refiere como Nandín. “Santi es un fenómeno, el mejor tío que te puedes echar a la cara”, sostiene, ansioso, como todo el oviedismo, por que continúe un año más en el Tartiere: “El otro le pregunté: ¿qué, Santi, vas a seguir? Y me dijo que no lo sabía. ¡Ojalá se quede!”.
Un tatuaje del escudo del Oviedo cubre el gemelo derecho de Manjón. El otro lo tiene reservado para la misión que le tiene haciendo guardia en El Requexón: grabarse en la piel, en caso de ascenso, las firmas de todos los integrantes de la plantilla. La pirotecnia de Manjón cesa cuando Carrión da orden de trabajar situaciones de partido. El entrenador alterna indicaciones quirúrgicas con palabras de aliento y alguna broma, que eso de la risa, antes de una jornada tan crucial como la que le espera mañana a sus muchachos, no viene nada mal.