Si algo está desvelando esta Eurocopa es que vivir en la expectativa lleva de manera irremediable al desengaño. En un torneo en el que la España de De la Fuente ha pasado de ser sospechosa en el prólogo para amontonar elogios tras las dos primeras curvas, quizá uno de los partidos más llamativos de esta primera fase era el que enfrentaba este viernes a Países Bajos y Francia en Leipzig. Y ni siquiera la suplencia de Kylian Mbappé, al que no le hizo falta ajustarse la máscara que le resguardara su fracturada nariz, explicó que el combinado francés continuara provocando dudas. De hecho, se libró de un buen lío cuando entre el árbitro y el VAR negaron a Xavi Simons el 1-0 a 20 minutos del final. Dumfries, en posición de fuera de fuego, estaba junto a Maignan cuando la pelota alcanzaba la meta, suficiente para que los jueces interpretaran que incomodaba a un portero ya superado.
Las precauciones de los entrenadores tuvieron mucho que ver en las grietas del espectáculo, mucho más cercano a una faena burocrática en que las dos selecciones buscaban la mejor manera para no hacerse daño. Didier Deschamps, que nunca engaña en sus ideales, decidió que el hueco en el once que dejaba libre Mbappé debía ser para el mediocentro Tchouaméni, que no jugaba por lesión desde el pasado 8 de mayo. Granito en un centro del campo sostenido por Kanté, y en el que Rabiot debía asumir tareas ofensivas desde la banda izquierda. Surrealista fue la ocasión que desperdició en el primer acto cuando, solo en el punto de penalti, decidió ceder con toda la mala traza que pudo a Griezmann, que también falló. La punta del ataque se la quedaba así Thuram, al que le diferencias muchísimas cosas de Mbappé, pero, sobre todo, su entusiasmo defensivo cuando toca replegarse.
En cuanto a la selección de Ronald Koeman, bastante tiene con mostrarse competitiva pese al escaso nivel ofensivo que presenta y que contrasta con una pareja de centrales de postín, la formada por Van Dijk y De Vrij. Xavi Simons corría mucho por la mediapunta sin que ningún compañero le mirara. Y cuando tocaba alguna pelota, le faltaba algo de paciencia en las decisiones. Más ducho estaba Reijnders, aunque quien podía ofrecer el peligro real era Gakpo, aunque sólo se escapó una vez de Koundé. Memphis, mientras, parecía más preocupado en que su diadema blanca no se moviera de la frente y en servir pelotas a balón parado que nadie remataba. Porque, claro, en estos Países Bajos Weghorst tiene aún el papel de revulsivo, no de ariete titular.
Con todos los futbolistas implicados en sus responsabilidades y sin que nadie se saliera del guion –bueno, Dembélé sí iba a la suya, pero eso es habitual–, los minutos caían pesados. Algo de culpa tuvieron también los porteros, que estuvieron en su sitio cuando tocó. Maignan le negó un gol a Frimpong en el mismo amanecer después de que el carrilero le ganara la espalda a Theo Hernández. Y el portero del Milan repetiría manotazo con un buen disparo de Gakpo desde el vértice. Tampoco se quedó atrás el joven Verbruggen, guardameta del Brighton de 21 años que se gustó de lo lindo a remates de un Griezmann que continúa con su mala pata con los ‘bleus’ (ha marcado sólo tres goles en sus últimos 31 partidos con Francia).
Dispuso Griezmann, precisamente, de la mejor opción para Francia en un segundo acto en que los de Deschamps, excepto siete minutos de rebelión en que sumaron cuatro ocasiones, parecían satisfechos con lucir su fortaleza, no tanto las soluciones sin Mbappé. No lo había sido Thuram al principio, tampoco Rabiot, que se oxidó cada vez que pisó el área desde la segunda línea, ni Giroud, la solución de emergencia clásica.
A Koeman, pese al disgusto temporal por el gol anulado a Simons, no le fue mal la noche. Países Bajos y Francia suman cuatro puntos y pueden ya mirar a la siguiente ronda. Otra cosa es el cuerpo que le quedó a unos espectadores que, claro, esperaban otra cosa.