La cumbre de Vladimir Putin Kim Jong-un en Pionyang ha sacudido el avispero asiático y amenaza con repercutir en otros conflictos globales. De Rusia y Corea del Norte, los dos gobiernos que aglutinan más sanciones de Occidente, se esperaban vaporosos compromisos para una creciente cooperación, declaraciones de solidaridad y críticas al orden capitaneado por Washington. Las expectativas se materializaron en un acuerdo de defensa mutua y la posibilidad del intercambio de armamento. Eran previsibles los lamentos de Seúl, Washington y Tokio.

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