Nos tocan los italianos. Un clásico. Hasta los cuartos de final de la Eurocopa de 2008, los italianos eran siempre como ese hermano mayor que siempre es más alto que tú, más listo que tú, y tiene más pasta que tú. Casillas al principio y Cesc al final rompieron el maleficio y desde entonces les miramos de igual a igual. Mientras Nico Williams empieza a hacer de la suyas nada más empezar, caigo en la cuenta de que Italia lleva unos años esquizofrénica y dubitativa: lo mismo gana la Eurocopa de 2020 contra Inglaterra en Wembley que no se clasifica para el mundial de Quatar. Pero como son rastreros, vengativos y asquerosamente estilosos y atractivos, con los italianos no hay que confiarse nunca, nunca.
Así que desde el inicio del día he tratado de adaptarme, de meterme en su piel, de saber cómo piensan, de transmutarme en su ser. Me paso la tarde soltando expresiones italianas para tratar de hacer simbiosis con ellos y anularlos desde dentro (Buonasera, signorina, le digo a mi kiosquera de toda la vida, que me mira alucinada. Ciao, le digo a mi vecina de quinto en el ascensor). Siempre será difícil ganarles porque son guapos, ladinos, simpáticos, extrovertidos. Han inventado la pizza, han fabricado el Ferrari, sobrevivieron a Berlusconi, dieron a luz a Monica Belluci, alumbraron a Julio César. Poca broma con estos tíos, esto no va a ser fácil, le digo a mi perro “Zar”, mi pastor inglés de carácter gruñón y pendenciero, mientras siguen los nuestros cumpliendo una primera media hora buenísima contra los “azzurros”, que a punto están de pedir a su técnico Spalleti que llame a Garibaldi, para que les eche una mano. Di Lorenzo, el lateral que cubre a ese purasangre negro y euskaldún que tenemos en la banda izquierda se va al vestuario maldiciendo el momento en que se hizo futbolista.
En el descanso recibo un “wasap” de mi director, Toni Cabot (¡eco!) conminándome a que me limite “al análisis técnico-táctico del partido. Y nada de tramas colaterales que distraigan. Nuestros lectores quieren claridad, resolución, honestidad, transparencia, rapidez. ¿Capisci, Jesús?”. A un director de periódico es mejor no llevarle la contraria, sé de lo que hablo, no me tiren de la lengua. Así que al empezar la segunda parte, me fijo en la rapidez de Cucurella, en el control del “tempo” de Rodri, en la técnica de Pedri, en el desparpajo de Lamine. A los 10 minutos Nico pega el enésimo derrape por la izquierda, y lanza un “tomahawk” quecoloca la pelota de manera perfecta en la pierna de Calafiori para que éste marque a placer y tenga su momento de gloria. Bravíssimo, Calafiori. Barella, Scamacca, Bastoni, Cambiaso…qué apellidos tan bonitos tienen, pero cómo sufren en los mejores minutos de España. No les rematamos y el último cuarto de hora nos apuran en algún córner, con algún contraataque, pero poca cosa. Como ya no son ni tan altos ni tan guapos, esta vez nos toca a ganar a nosotros, ragazzos. Arrivederchi, Italia.