Aprovechando el día mundial de las personas refugiadas, el 20 de junio, la Cruz Roja organizó ayer por la mañana una jornada de sensibilización. Junto a otros refugiados, Lesya Kuznyuk escribe mensajes de ánimo para después colgarlos en una pequeña zona que habilitó la Cruz Roja en la Plaza de Santa Pagesa de Palma. Kuznyuk entiende que el conflicto entre Rusia y Ucrania se ha enquistado y se encuentra en una situación de parálisis, pero advierte que «lo más importante es no olvidar que continuamos en guerra». Llegó a Mallorca antes de que estallara el conflicto y ya no pudo regresar a su país: «Tenía que volver a Ucrania el 28 de febrero y el 24 explotó todo». Asimismo, explica que tiene un amigo en el ejército al que a veces «prefiere no escribirle ni preguntarle por lo doloroso que puede llegar a ser».
Kuznyuk es de una zona cerca de Ivano-Frankivsk, una ciudad de más de 230.000 habitantes situada a unos 200 kilómetros de la frontera con Polonia. Su abuela está en Ucrania, mientras que sus dos hermanas y ella no «saben cuando podrán volver». La coordinadora del área de refugiados de la Cruz Roja en Balears, Rocio Redondo, explica que los refugiados de países sudamericanos son los que más solicitan ayuda internacional: «Colombia, Venezuela y Perú, que ha repuntado en los últimos años, son los más atendidos». Sin embargo, recalca que prestan ayuda a personas de unas 30 nacionalidades; entre ellas muchos países africanos y centroamericanos como Nicaragua. En el caso de Ucrania, entre el año pasado y el anterior auxiliaron a más de 1.200 personas aunque «su salida fue relativamente más sencilla que en otros casos». A diferencia de países como Afganistán o Siria, que presentan fuertes dificultades para huir de sus fronteras y refugiarse en países de la Unión Europea. Redondo sostiene que fue en 2016 cuando se experimentó un aumento muy significativo de los casos en Balears. «Por eso abrimos centros de acogida y aprovechamos para reubicar a los primeros grupos de sirios», manifiesta la coordinadora del área de refugiados de la Cruz Roja en Balears.
Activista cultural
Lesya Kuznyuk se muestra inquieta por adaptarse a la realidad mallorquina. En los dos años que lleva en Mallorca ya ha organizado más de 500 actividades, entre ellas una visita guiada al Museu de Mallorca o a TIRME. Asimismo también se acercaron a conocer Sóller. «Tengo una ONG cultural destinada a refugiados ucranianos y es muy bonito pasar el día con ellos. Yo traduzco lo que la guía va explicando y así el resto lo entiende», comenta Kuznyuk, que domina a la perfección el castellano. A su vez, anima a los refugiados que están en Mallorca «a aprender el idioma e intentar asimilar la cultura. No estar en pausa». Avanza que el siguiente objetivo es organizar una ruta visitando los faros de la isla, aunque cree que será complicado.
No obstante, es consciente del desgaste que implica un conflicto que se va alargando más de lo previsto, eso también lo percibe en sus compatriotas refugiados en Mallorca. «En Ucrania cortan la luz y suenan las alarmas cada día. Creíamos que iba a durar poco y ahora no vemos la luz al final del túnel. No sabemos cuando va acabar», concluye la ucraniana.
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