Licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid y exdiputada en el Congreso por Bizcaia con amplia experiencia en la lucha climática, Rosa Martínez ostenta la Secretaría de Estado de Derechos Sociales con un objetivo claro: transformar el modelo de cuidados a las personas dependientes.
En España, entre 4,5 millones y 6,5 millones de personas necesitan algún tipo de cuidado. Es decir, el 10% de la población. El 70% se hace en el ámbito privado. Con una dotación inicial de 1.300 millones de euros de fondos europeos, el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 acaba de aprobar una estrategia para, entre otros objetivos, transformar las residencias, aumentar la asistencia a domicilio y hacer que el sector sea laboralmente atractivo.
Martínez recibe a El Periódico, del mismo grupo editorial, para hablar del nuevo modelo de cuidados, una «estrategia de país a largo plazo».
«No se trata de hacer políticas de conciliación para que las mujeres sigan cuidando, hay que buscar otros mecanismos para que los hombres asuman su responsabilidad»
Los cuidados a los hijos pequeños y a los padres mayores y dependientes están asfixiando a la generación sándwich, que tiene rostro de mujer. ¿Qué reflexión le merece?
Hablamos mucho de quién cuida y no tanto de quién no cuida. Si están cuidando tanto las mujeres es porque los hombres no lo están haciendo. Sí que están más involucrados en la crianza. Los permisos intransferibles han comenzado un cambio cultural. Pero en la atención a personas dependientes hay diferencia entre el tiempo de las mujeres y el de los hombres. Así que el primer llamamiento es a la corresponsabilidad en los cuidados.
Qué palabra tan importante: ‘cuidados’.
Sin cuidados no hay vida. Las familias son cada vez más pequeñas, los hijos e hijas residen en diferentes lugares y vivimos más años. Corresponsabilidad es la palabra. Primero de los hombres, pero también de las instituciones, de la mano de políticas de conciliación y cuidados. Y también de otros agentes, como las empresas. Hablo de horarios laborales y de entender que las personas necesitamos tiempo para cuidar. No se trata de políticas de conciliación para que las mujeres sigan cuidando, hay que buscar otros mecanismos para que los hombres asuman su responsabilidad.
«Es distinto duchar a tu padre o tu madre dependiente o cambiarles el pañal que cuidar de los hijos. Los hombres se han incorporado al cuidado menos duro, el ilusionante»
¿Qué falta para que los hombres cuiden a los mayores?
Hay una cuestión cultural y de valorización del acto de duchar a tu padre o tu madre dependiente y cambiarles el pañal. Es distinto criar con un proyecto de vida hacia delante o acompañar un proceso de deterioro físico hacia la muerte.
Los hombres han cogido el cuidado bonito.
El menos duro, el ilusionante. ¿Los cuidados están poco valorizados porque los realizan las mujeres o lo realizan las mujeres porque están poco valorizados? No tengo respuesta. Los cuidados han desaparecido de la agenda pública y tienen que volver.
«Queremos un sistema de cuidados público asequible que no dependa de tu cuenta corriente o de si tienes red familiar, que tengas derecho a ser cuidado en condiciones dignas»
¿Con qué objetivo?
Los cuidados están en el origen de las brechas de género que tenemos en la sociedad. La brecha salarial se ha reducido con políticas, pero nosotras reducimos la jornada y el sueldo, pedimos excedencia y dejamos de trabajar para cuidar. Si desde lo público no somos capaces de cambiar el sistema, esa brecha salarial seguirá así por mucho que toquemos el mercado laboral. Queremos un sistema de cuidados público asequible que no dependa de tu cuenta corriente o de si tienes red familiar, que tengas derecho a ser cuidado en condiciones dignas. Ese es el horizonte que marcamos en la estrategia que acabamos de aprobar.
¿A quién va dirigida esa estrategia?
A cuatro grupos. Niños, niñas y adolescentes en sistema de protección, personas mayores, personas con dependencia, y personas sin hogar.
«Hay alternativas a las residencias: ayuda a domicilio, asistencia personal, centros de día… Es necesario organizar de otra forma los cuidados. Cuando lleguemos ahí nos gustará poder elegir con quién dormimos»
La estrategia no habla de aumentar plazas de residencias públicas. ¿Por qué?
La estrategia es un horizonte. Todos pensamos que cuando tenemos a alguien en la familia que necesita cuidados, la solución es una residencia. Es decir, según esto, las políticas deben ir dirigidas a aumentar las plazas. Nosotros defendemos lo contrario, pretendemos decir que hay otras maneras y formas de organizar los cuidados y que ya están operativas en otros países. No siempre es necesario ir a una residencia.
¿Cuál es la alternativa entonces?
Aumentar la ayuda a domicilio y la asistencia personal, favorecer las redes comunitarias, los centros de día… No hay un único camino, cada territorio es distinto. Con fondos europeos hemos financiado 20 proyectos piloto que demuestran que es posible. Hace 20 años también era un poco impensable descarbonizar la economía por la crisis climática. Es posible y necesario organizar de otra manera los cuidados. Hablamos de respetar los derechos. Cuando lleguemos ahí nos gustará poder elegir, por ejemplo, con quién dormimos.
Sin cuidados no hay vida, y ha de haber corresponsabilidad de los hombres, pero también de las instituciones y las empresas»
O qué desayunamos, sí. Pero ¿no es un poco utópico?
Hay países que ya funcionan así. Y los proyectos piloto que hemos emprendido por varias autonomías también lo demuestran. Hay que construir una estructura e incrementar la financiación. El acuerdo de acreditación de centros residenciales de la pasada legislatura va ya en este sentido. Hay que transformar los centros residenciales hacia modelos más humanos y mejorar las ratios.
«La patronal es la primera en asumir que hay mejorar las condiciones del sector: mucha gente formada no quiere trabajar en la dependencia por las malas condiciones laborales»
La estrategia también pretende que el trabajo profesional de cuidados sea laboralmente atractivo y socialmente reconocido. ¿Qué va a decir la patronal?
Es la primera en asumir que hay mejorar las condiciones del sector. Tenemos un problema de déficit de profesionales para trabajar en el sistema de dependencia. Hay poca gente formada y, aun teniendo la formación, muchos no quieren trabajar ahí por las malas condiciones y los malos sueldos. Según las estimaciones de la OCDE, en 2033 vamos a necesitar 133.000 trabajadoras más de las que hay ahora. Es un modelo al que se enfrenta toda Europa debido a los cambios demográficos. La cuestión es cómo hacemos para que la gente acceda a esa formación.
Con Formación Profesional, ¿no?
Claro. Pero para acceder a la FP necesitas el título de secundaria. Ahora mismo tenemos al 40% de las mujeres en el sistema de dependencia que son migrantes. Muchas veces no tienen título de secundaria o no lo tienen reconocido. ¿Cuándo paran esas mujeres para realizar esa formación presencial? Hay que pensar nuevas maneras, el reconocimiento profesional por experiencia, que los módulos sean flexibles en horarios o el arraigo por formación. La estrategia es una visión a 10 o 15 años. Es un reto de país.
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