El Tribunal Constitucional ha avalado la reforma legal, aprobada en 2023, que permite a las menores de 16 y 17 años abortar sin permiso de sus padres. La mayoría supuestamente “progresista” del tribunal presidido por Conde Pumpido, avala de esta manera un absoluto disparate jurídico. Hoy, en España, los padres tienen que dar permiso a su hija de 16 años para ir de excursión con el colegio, pero su hija puede abortar sin el permiso de sus padres. Esta cuestión del permiso paterno es reveladora de un intento suicida de debilitar el lugar de la familia en nuestra sociedad, pero no es el fondo de lo que está en juego en el caso del aborto. El asunto sustancial sigue siendo si tenemos derecho a eliminar a un ser humano inocente que está en el vientre de su madre. Por otra parte, la sentencia de hoy es un nuevo episodio en la triste historia de dilación y negación del derecho fundamental a la vida, que el Alto Tribunal ha protagonizado durante las últimas décadas.
En la práctica, tampoco el desafío es nuevo. Con una creciente aceptación social del aborto, con una creciente pérdida de conciencia sobre el valor y el significado de la vida humana, y con una legislación que renuncia a defender lo que la propia Constitución consideraba en su literalidad como un bien a tutelar, cada vez es mayor el desafío de promover la vida, desde su concepción hasta la muerte natural. Es tiempo de testimoniar con coraje y humildad que la vida humana es siempre un bien, y que defenderla es el principio de toda civilización. Por mucho que lo avale el más alto tribunal en nuestro ordenamiento jurídico, el aborto ni es un bien, ni es un derecho.