La muerte de un amigo y, luego, compañero en la universidad como profesor, me conduce a una vieja imaginación en el tiempo; es decir, me conduce a la memoria y a la atención; y también a un viaje al futuro.
Desde mi memoria puedo representar nuestro pasado y simular el futuro mío y el del viejo amigo y compañero. Su fallecimiento me hace viajar en el tiempo, mi tiempo subjetivo.
En mi mente se solapan el mundo biográfico de nuestra amistad, interrumpida por la jubilación, con mi imaginación para simular nuestro futuro. El recordarlo me emociona y modifica mi memoria. Es otro Florencio quien colorea y diseña murales, durante su adolescencia, y puertas en acuarelas en su tiempo de profesor.
Es aquel que viajó conmigo hacia Europa como miembro de la tuna universitaria o, aquel otro, que jugaba de extremo derecho en el fútbol casi profesional sobre césped o quién, al otro lado del pasillo, enseñaba producción animal en la Facultad de Veterinaria.
A esta memoria añado la evocación del futuro. Y con esta evocación proteger el suyo. Al recordarlo he cambiado mi conciencia sobre mi amigo. Se ha ido, tras perder la conciencia de parte de su cuerpo al caminar sobre un carrito y con ayuda de un asistente para tener alguna conciencia del espacio y del tiempo.
Me pregunto si tenía conciencia de su propio yo, de su propio cuerpo y de si viajaba en el carrito en el tiempo hacia algún ignoto lugar.
¿Cuáles fueron, al final de su vida, su espacio y su tiempo?
Creo que Florencio está en una vida después de su vida.
In memoriam de Florencio Aparicio Ruiz, Catedrático de Veterinaria
José Javier Rodríguez Alcaide 17 de junio de 2024
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