El profesor de Economía Circular y Regenerativa en Harvard (EEUU) Manuel Maqueda sostiene que «una civilización inteligente no pondría su comida y su bebida en plásticos«, un material que puede ser fabricado, bajo secreto industrial, con 10.000 aditivos tóxicos diferentes y que es ya «un problema para la salud humana».
«Los plásticos están en nuestros tejidos, en nuestra sangre, en los fetos, en las placentas… no es solo un problema medioambiental, es un problema de salud humana», afirma, en una entrevista con Efe, este experto en plásticos.
Maqueda hará reflexionar este fin de semana sobre cómo estos materiales se cuelan en los menús ante los más de 70 cocineros de todo el mundo (que suman 80 Estrellas Michelin) reunidos en Cádiz, invitados por el ‘chef del mar’, Ángel León, en el evento ‘Despesques 2024’.
Plástico que ingerimos
Al tomar una taza de té (con bolsas de ‘seda’ que se fabrican con polietileno), una persona ingiere 14.700 millones de micro y nanoplásticos. Se sumarán a muchos otros que come, bebe y respira y que hacen que, de media, haya ingerido [cada semana] entre 3 y 5 gramos (el peso de una tarjeta bancaria), con rutinas tan habituales como guardar un alimento en una tartera de plástico.
«El plástico en contacto con la comida es un vector de contaminación. La acidez, la grasa y la temperatura incrementan el riesgo», explica mientras pone un ejemplo que demuestra que el plástico de una tartera interactúa con los alimentos: si guardan salsa de tomate o curry, las tarteras quedan tintadas de rojo o amarillo porque hay «interacción química».
Maqueda explica que la toxicidad del plástico viene derivada de que «la mitad de su peso son aditivos», materiales tóxicos que se les añaden para aportarle diversas propiedades. Con lo cual, «si pones tu comida y tu bebida en plásticos estás jugando a la ruleta rusa con tu salud, y eso ocurre en la cocina de cualquier casa y en la de un tres estrellas de Michelin. O quizá en estas más, porque hay muchas técnicas de cocina que usan plástico, como la cocina al vacío», detalla.
Alteraciones celulares
El experto asegura que ingerir los aditivos del plástico provoca disrupción endocrina, porque «se comportan en el cuerpo como hormonas que a muy bajas dosis producen alteraciones celulares». «Esto tiene conexión con prácticamente todos los tipos de cánceres. También se asocia a enfermedades como el Parkinson, la diabetes, la demencia, la enfermedad cardiovascular, la obesidad, la pubertad prematura, o el síndrome de falta de atención, básicamente todas las epidemias de nuestra era».
Precisa que «es muy difícil concretar» el impacto en la salud de los aditivos de los plásticos en la disrupción endocrina, considerada ya por la Organización Mundial de la Salud como una amenaza global, porque hay «múltiples vectores de contaminación», sostiene.
Otros de ellos, que se están empezando a descubrir y que son «un veneno como ningún otro», son los micro y nanoplásticos, porque este material «se va fragmentando en partículas tan pequeñas y ligeras que están incluso en el aire o en la lluvia». «Se han descubierto en el 100% de las placentas y que penetran en el cerebro porque son capaces de romper la hematoencefálica, un recinto sacro santo para proteger el cerebro», asegura.
«Equipo de chefs voluntarios»
Maqueda propone este fin de semana a los cocineros crear «una especie de equipo de chefs voluntarios» para empezar a eliminar los plásticos de sus menús, porque medidas como la prohibición de los de un solo uso como las pajitas no están dando resultados: «La producción sigue aumentando».
Si tuviera una varita mágica, asegura, con ella tocaría «la mente y el corazón de las personas para que rechazaran el plástico de un solo uso en sus vidas». «Yo no soy de prohibir, soy de que las personas elijan proteger la salud de su familia y mejorar su economía con alimentos a granel, cercanos a ellas y eliminando residuos de su vida. Esto lo podemos hacer todos mañana mismo, no hay que esperar a que legisladores en Bruselas o en la comunidad autónoma tomen decisiones. Es algo paulatino», detalla.
«Nos hemos vuelto locos», dice cuando recuerda, por ejemplo, que el precio del café en cápsulas puede llegar a los 100 euros y el del agua embotellada «mil veces superior a la del grifo». Argumenta, además, que «detrás de los embalajes (sobre todo en monodosis) siempre se esconde un modelo de negocio que roba a los productores y a los clientes finales» y que genera «residuos innecesarios».
Optimismo ambiental
En sus conferencias y clases Maqueda trata también de romper «mitos» de la sostenibilidad, como el reciclaje ―»el residuo es un fallo del diseño, afirma»― y la descarbonización: «La mitad de las emisiones viene de la fabricación de las cosas, da igual que fabriques coches eléctricos o de diésel, paneles solares o molinos de viento, estás enganchado a fabricar de forma lineal y hay que hacerlo de forma circular, que los coches de hoy se hagan con los materiales de los coches de ayer».
Además, Maqueda da espacio al optimismo ambiental: «Los cambios son inevitables. En el largo plazo soy optimista, en el corto y medio, no tanto». Aventura que la «transformación» tendrá que llegar «cuando se pierda la seguridad climática, que ya se está empezando a sufrir porque ya hay 20 millones de refugiados climáticos».
Para él, esa transformación llegó hace décadas cuando visitó en el Atolón de Midway una isla en mitad del Pacífico norte, separada de continentes por una inmensidad de océano. Allí, tan lejos de la civilización, vio como los albatros confundían el plástico con la comida y lo regurgitan a sus polluelos. «Vi el espejo de nuestra civilización, nos estamos alimentando con basura», concluye.