Ahora que lo pienso, el problema de Yolanda Díaz es que se creyó que era Yolanda Díaz. Quizá si hubiera tenido más paciencia o más habilidad habría logrado serlo. Tal vez esté a tiempo todavía. Pero deberá descansar un poco y coger carrerilla. No es fácil ser quien se es, llámese uno Celestino Fernández o Aurelia García. Para una caja es fácil ser caja, basta con dejarse llevar. ¿Se es más caja por contener cosas dentro? No. Llena o vacía, una caja es una caja. Las personas, en cambio, pueden fracasar por defecto o por exceso. Yolanda Díaz ha fracasado por defecto, porque no era todavía quien creía ser. El papa ha fracasado por exceso, pues ha tenido que pasar de largo a Bergoglio para ocupar la silla de San Pedro. El punto justo es casi imposible de alcanzar.
Yo tuve un jefe que era quien era sin mezcla de otredad alguna. Llegaba a la oficina siempre a la misma hora y a las once en punto de la mañana daba cuenta de un bocadillo de tortilla francesa que se había traído de casa. Siempre la misma tortilla francesa, siempre el mismo pan, siempre el mismo gesto de satisfacción ante cada bocado. A primera vista, dados sus automatismos, parecía estar muerto, pero disfrutaba de una vida interior alucinante. Le gustaba la filatelia y empleaba los fines de semana en ordenar los sellos. Tenía una colección de lupas con las que observaba los defectos o las particularidades de sus adquisiciones. Tomaba, eso sí, mucho bicarbonato.
Tiene uno la impresión de que la gente que ha logrado ser quien es padece de problemas gástricos. Como si digerirse a uno mismo resultara especialmente complicado. Pongamos que llegas a subsecretario, algo que no estaba en tu naturaleza. No pasa nada: las subsecretarías tienen mucha fibra, se asimilan sin problemas. Lo digo con conocimiento de causa porque he conocido a varios subsecretarios a lo largo de mi vida. Ahora bien, pongamos que has logrado ser Jaime de Marichalar. A ver qué intestino mental es capaz de hacerse cargo de esa empanada. Ninguno. Me crucé con él hace poco por la calle y vi en su rostro todas las señales de un consumidor compulsivo de antiácidos y sales de frutas. Pobre. Permaneceremos atentos a los próximos movimientos de la vicepresidenta del gobierno, pero ya le advertimos desde aquí que no es ningún chollo ser Yolanda Díaz.