Después de cada una de las últimas convocatorias electorales se han multiplicado los análisis sobre el auge de las opciones de ultraderecha entre la juventud, especialmente entre los varones, y la crisis de los sistemas democráticos por el aumento de los liderazgos autoritarios. Se ha coincidido en que la polarización y la crispación se han visto favorecidas por las redes sociales y las herramientas de mensajería instantánea como Whatsapp y Telegram. También en la influencia de las estrategias de Donald Trump en los partidos ultras de todos los países.

En España y en Europa las formaciones ultraderechistas han puesto en la diana todo lo relacionado con las transiciones ecológica y energética, arremetiendo con ferocidad contra la Agenda 2030, el Pacto Verde y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. En este contexto, no se entiende que en España haya subvenciones estatales para quien se compra un coche eléctrico, a precios no asequibles para la mayoría, y no existan para quien adquiera una bici eléctrica. Incluso se puede copiar lo hecho en Portugal, donde el gobierno ha bajado el IVA al 10% para las bicicletas. Un ejemplo de lo que se puede hacer bien y no se hace.

Una de las críticas más frecuentes a los fondos europeos es que las ayudas las acaparan los conglomerados empresariales, en el caso de la industria, y los grandes propietarios de explotaciones agroganaderas a través de la PAC (Política Agraria Común). Las sierras se han llenado de generadores eólicos y las tierras de cultivo de parques solares, pero no se ha visto dinero alguno para que los barrios más necesitados instalen autoconsumo solar, cuando son los que más necesitan rebajar su factura de electricidad. De las ayudas para el autoconsumo, los que más se benefician son los propietarios de viviendas unifamiliares y adosados, con niveles de renta medios y altos. Otro botón de muestra de lo que no se hace por falta de voluntad política.

El turismo se ha convertido en el motor de la economía española y lo que hace que nuestro país crezca más que los de su entorno, pero el desarrollo de este sector se ha hecho sin apenas regulación y ha provocado una falta generalizada de viviendas de alquiler a precios asequibles, que sufren especialmente los jóvenes, los que ahora votan a la derecha y la ultraderecha. 

La banca siempre gana, y más la española, que se ha resistido como ninguna a la bajada de tipos de interés, pero el Gobierno central no ha sido capaz o no ha querido obligarlos a rebajar las comisiones que cobran por el uso del dinero electrónico, herramienta imprescindible para combatir la economía sumergida y el fraude fiscal.

La sucesión de convocatorias electorales desde las municipales de 2023 ha provocado una ralentización legislativa que ha dejado en el cajón numerosos anteproyectos de ley como, por ejemplo, el de Transparencia y actividad de los grupos de interés (lobbies). La regulación de la actuación de los lobistas es fundamental para la transparencia empresarial y el buen funcionamiento del Estado y por eso la Comisión Europea recordó al Gobierno la urgencia de su aprobación el pasado mes de septiembre.

A la derecha y a la ultraderecha sólo le interesa la sanidad para privatizarla y convertirla en un gran negocio, como demuestra allí donde gobierna. Pero cuesta entender por qué todavía no se ha logrado la interconexión de bases de datos para hacer posible una historia clínica universal y accesible para cualquier médico que atienda a un paciente, una receta electrónica única y una tarjeta sanitaria europea que no sea el simple trozo de plástico que es en la actualidad.

Entre el Consejo de Ministros y el domicilio particular de cada ciudadana/o se interponen varias administraciones públicas, pero la ciudadanía en su conjunto tiene la responsabilidad de exigir a sus representantes y servidores públicos que lo que se puede hacer bien, se haga en beneficio de la mayoría.

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