Martina y su exnovio se habían estancado. Llevaban juntos ocho años y, ya algo desmoralizada, buscó una solución en el tiempo de descuento: sesiones en pareja con un psicólogo. «Mi pareja y yo escribimos por lo menos a tres centros de terapia de pareja y sexología y o bien tenían una lista de espera de tres o cuatro meses o bien nos decían que no había posibilidad de atendernos. Fuimos a una un poco más grande y ahí sí que tuvieron disponibilidad».
«Llevábamos tiempo comentándolo, di el paso yo para que fuésemos, iba a ser una cosa de resolver problemas sexuales y al final derivó en que surgieron un montón de cosas más y en mes y medio se acabó la relación». La de Martina y su ‘ex’ es la historia de muchas parejas que actualmente acuden a centros de este tipo, «sin que haya ninguna infidelidad, para ver si siguen o si rompen», indican fuentes del sector a El Periódico de España, del mismo grupo editorial. «Ponen muchísima presión a la terapia, porque la mayoría de las veces vienen como si fuese el último cartucho. Llegan a transmitir al terapeuta si gracias a la terapia siguen o no», explican.
Seguro que quien lee este reportaje ha vivido en su entorno una ruptura. La de ese amigo que se ha divorciado de su mujer -y madre de sus hijos-, la de esa amiga que ha cortado con la chica con la que llevaba quedando poco más de un año, la de la compañera de trabajo que ha roto con el novio con el que se acababa de comprar una casa. Más allá de las frecuentes separaciones primaverales o postveraniegas, se presenta desde hace años un paradigma digno de estudio: el de las parejas en crisis que acuden en gran número a las clínicas de psicoterapia y sesología.
La terapeuta Marta Ábalos, del centro madrileño Sexualidad Consentimiento, asegura que «hay un aumento de demanda de personas que quieren trabajar en su pareja» desde que, a raíz de la pandemia, «se le ha dado más visibilidad a la salud mental y muchos conflictos que estaban algo invisibilizados en la pareja, al tener que convivir, eran invencibles, no se podían evitar». El auge lo registraron no justo en el confinamiento, sino «cuando nos empezaron a dejar salir». Y así ha continuado hasta ahora.
Ábalos tiene compañeras en Granada, en Castilla-La Mancha, en Galicia, que también son sexólogas y terapeutas de pareja, y «ellas también están llenas de citas«. «Los datos nos indican que, según estudios, seis de cada diez matrimonios acaban en divorcio. Que haya leyes de divorcio, te permite plantear que puedes dejar o intentar solucionar los problemas que hay en tu pareja, mientras que antes ni se concebía», apunta.
El «privilegio» de escoger
«Ahora es mucho más fácil poder escoger si se sigue en pareja o no. Hay un tema cultural, social, económico y familiar, muchos factores. Yo he conocido a muchas parejas que no se separan por una cuestión económica. Poder escoger es un privilegio y yo lo que veo ahora es que las parejas pueden hacerlo. Ya no tienen que estar juntos porque una parte dependa de la otra a nivel económico», señalan las primeras fuentes, que han pedido que no se les identifique.
La terapeuta de Sexualidad Consentimiento considera que, en la coyuntura actual, «no es que necesariamente haya más problemas en el ámbito de la pareja, sino que ahora somos mucho más conscientes de lo que buscamos en una relación y no tenemos tan interiorizados los mitos de amor romántico que antes se concebían como mandatos u obligaciones». En las anteriores generaciones, los pasos que había que seguir en la vida estaban «muy secuenciados» y no se cuestionaban, por lo que resultaba imposible «decidir de forma consciente» qué quería cada uno en sus relaciones sentimentales.
«No se concebía replantear la relación y se normalizaron las dobles y triples vidas, sobre todo por parte de los hombres, y las mujeres a aguantar», dice Marta Ábalos. En cambio, actualmente contamos con la posibilidad de acceder «a otra información y elegimos quedarnos o no en una relación de pareja». De esta manera, «se da más importancia al sexo, a la sexología, a la pareja«.
Hablar de sexo
Las parejas más mayores que acuden a terapia, que ya han entrado en la cincuentena o en la sesentena, «sienten mucha más vergüenza a la hora de hablar sobre sexo», confirma Marta Ábalos. Ella lo percibe en las expresiones que utilizan, basado en «indirectas», o en su lenguaje corporal, que denota «incomodidad» que no les permite mirar a los ojos. «Usan muchos eufemismos, intentan zanjar rápido el asunto. Un ‘bueno, bien’ suele ser algo que hay que explorar más y profundizar».
Por el contrario, las generaciones Z o milenial han normalizado tratar estos temas. «Esto tiene que ver con la educación que hemos recibido unas generaciones y otras, no sólo a nivel sexual, sino también en la pareja, que han sido educados en que lo que pase en la pareja se tiene que quedar en casa«.
«Se notan muchas más resistencias tanto en la verbalización como en la parte de alianza terapéutica: están aquí porque notan que están estancados, pero a la vez les cuesta entender que, igual que cuando nos duele la espalda vamos al fisioterapeuta, cuando tenemos dificultades de pareja vamos a terapia. Hay muchas resistencias mentales y emocionales. Luego, van poco a poco», refleja esta terapeuta.
Éxito de la terapia de pareja
Las problemáticas que surgen son «transversales» entre las parejas más maduras y las más jóvenes. Los motivos por los que acuden a la consulta tienen relación con el «área de intimidad, que hablamos de la comunicación o la distancia, la parte de la pasión y la de compromiso», dice Marta Ábalos. En esta última, las generaciones de más de 50 años «no suelen tener tantos conflictos, algo que se debe a factores sociales y culturales».
El éxito de una terapia de pareja no reside en que esas personas estén juntas, sino en que estén bien. Hay que cambiar el paradigma»
Las parejas más jóvenes plantean «abanicos más amplios de modelos relacionales, incluso estando en pareja, como relaciones abiertas o poliamorosas», asegura esta terapeuta. Acudir a terapia rompe estigmas: «Las generaciones actuales no somos débiles, sino que tenemos una sensibilidad y una percepción mucho más ajustada a la realidad. Y eso permite darse cuenta cosa de las cosas».
Y puede o no contribuir a salvar una relación, pero en lo que seguro ayuda es en la percepción que uno tiene de cómo vivir el romance: «El éxito de una terapia de pareja no reside en que esas personas estén juntas, sino en que estén bien. Hay que cambiar el paradigma», indican las fuentes del sector consultadas. Sirve, por ejemplo, para, si hay algún tipo de apego ansioso, «poder soltar de forma sana».