Rafa se define hoy como un hombre «feliz». No ha sido nada fácil para él llegar a este punto. Hace algo menos de nueve años, estaba asomado a una azotea decidiendo si se tiraba al vacío o no. El infierno de las apuestas le había llevado al límite. Hoy, este valenciano de 35 años es otra persona gracias a su fuerza de voluntad y a la inestimable ayuda de Patim, la fundación de Castellón que ayuda a las personas que sufren adicción al juego o las drogas. Este es su testimonio.

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