La historia de la literatura está repleta de grandes perdedores. Con casi siempre más pena que gloria, algunos terminaron alcanzando la fama después de una vida de tormentos, otros, menos afortunados, fueron arrastrados sin más por las arenas del tiempo. Stanislaus Joyce es uno de estos antihéroes literarios cuyo recuerdo permanecerá inevitablemente ligado al prestigio de su apellido. Una bendita maldición que lo ha relegado a las páginas menos trascendentes de una historia, la de su vida, en la que siempre será un eterno secundario.

Hermano menor del genio, Stanislaus fue, en palabras del propio James, «la piedra de afilar» que pulió al escritor. Un esparrin emocional e intelectual que siempre creyó en su talento y que ejerció como sustento vital y económico hasta que llegó el éxito de Ulises, y dejó de ser útil para el artista. Condenado a vivir tras la alargada sombra del excéntrico Jim, Stanislaus también dedicó su vida a escribir, pero en este caso, el protagonista de sus escritos acabó siendo también su hermano mayor.

Con la intención de arrojar luz y, por qué no decirlo, algo de justicia poética, Diego Garrido (Madrid, 1997), uno de los escritores y traductores que mejor conocen la obra de James Joyce en nuestro país, se ha atrevido a meterse en la piel del hermano olvidado para escribir el Libro de los días de Stanislaus Joyce (Anagrama). El joven autor madrileño ha buscado en esta novela de ficción recrear lo pensamientos, circunstancias y acontecimientos que marcaron su juventud en un falso diario que refleja la idiosincrasia de este gran perdedor de la literatura irlandesa.

«Este diario real existió, pero no tiene nada que ver con la novela. Cuando estaba en la escuela de cine lo traduje e intenté moverlo en editoriales, pero a nadie le interesó demasiado. En cambio, me dijeron que si tenía cosas inéditas de Joyce, como se acercaba el centenario de Ulises, que eso sí podría interesar. Fue ahí cuando me metí en la traducción y con James Joyce, en particular», relata el propio Diego Garrido en una entrevista con El Independiente. Este joven estudiante de cine se especializó en literatura joyciana y publicó, entre 2022 y 2023, una serie de cuentos inéditos y cartas a través de la editorial Páginas de Espuma.

«Me había quedado la deuda con el hermano pequeño, que era un personaje que me obsesionaba y atraía mucho, y aproveché para escribir una novela en su propio nombre. Lo utilicé para, aparte de narrar su vida real con esa familia que son todos los personajes del libro, poner en el diario pensamientos suyos y propios, que no me habría atrevido a poner en un personaje que se pudiera confundir directamente conmigo», relata el autor.

Ambientada entre enero y mayo de 1903, esta novela es un reflejo de las frustraciones de un joven de 19 años que tuvo la fortuna y la condena de crecer al lado de un genio. «Stanislaus es una persona muy rígida que siente que hablar sería traicionarse, porque no va a conseguir comunicar ni recibir el amor, el cariño o la atención que desea. Vive paralizado, mientras que su hermano es una especie de payaso social que sabe llevarse bien o mal con todo el mundo, que siempre tiene algo que decir y se expresa con mucha facilidad. El hermano menor no tiene ese refugio de la escritura para poder volcarse. Escribe un diario, que sobre todo trata sobre James, pero este le dice que nunca va a ser capaz de escribir prosa y por eso los va quemando a lo largo de su adolescencia. Aun así, siguió escribiendo siempre».

El Stanislaus Joyce que pinta Garrido demuestra un carácter obsesivo y excesivamente analítico. Un joven apesadumbrado en su intento por hallar una identidad propia más allá del yugo intimidatorio de su hermano mayor. «En aquel momento, su madre, el único pilar que le quedaba, había muerto, su padre era un alcohólico y al resto de sus hermanos, quitando al mayor, no le interesaban lo más mínimo los libros. Era muy difícil en esa casa, en esa ciudad, en ese tiempo, saber quién es él. Evidentemente no quiere ser la sombra de otro, pero a la vez sabe que nunca llegará a ser tan bueno como su hermano. Este libro son los intentos de una persona por saber quién es».

¿Y cómo sería una biografía de Stanislaus Joyce sin nombrar a James? «No es algo fácil de separar, pero era una persona con unas inquietudes intelectuales inusuales para su círculo. Digamos que no tuvo la valentía o el talento, llámalo como quieras, para lanzarse al vacío de la forma en la que lo hizo su hermano. Que no es solamente que su hermano fuese buen escritor, es que fue el escritor de Ulises. Fue el más moderno entre los modernos y eso a él, desde muy joven, le dejaba completamente paralizado. Y como James se fue a la ficción, su reacción, fue darse a la filosofía, las reflexiones, obviar las novelas y los personajes, y desarrollar una esctriura más ensayística. Intentó escribir incluso a los 14, una metafísica que después quemó porque su hermano le dijo que era absurda».

Paradójicamente, el hermano del genio desistió de la literatura por tener demasiado cerca el ejemplo de un gran escritor. «Hay una parte del libro en la que dice que a su hermano le interesa más la literatura que su propia vida. Quizá esa sea la diferencia esencial entre ambos. Por ejemplo, una cosa que le saca de quicio a Stanislaus es que, cuando su madre muere, su hermano parece actuar como si no se hubiera despedido de ella del todo, porque ya la justificara algún día en un libro. Y eso le pone de los nervios porque la trató mal cuando estaba viva. ¿Qué más da que escribas un libro sublime sobre ella o le dediques lo que quieras, si ya está muerta y no tendrás oportunidad de enmendar tu mal comportamiento?».

Según, Diego Garrido, para Stanislaus Joyce existían dos tipos de personas, los que consideran a los seres humanos más importantes que las ideas y los que consideran las ideas más importantes que los seres humanos. Fue esa mezcla de admiración desmedida por el talento inalcanzable del literato y su profundo rechazo a la persona que representaba, una de las razones por las que decidió pasarse a la filosofía. Pero tampoco terminó de encontrar ahí su sitio. «Pensaba, igual que yo, que uno de los motores principales de los filósofos es la vanidad de haber creado un sistema según el cual ellos, en la inmensa mayoría de los casos, no viven. Y se pregunta de qué le serviría entregarse a la filosofía y dedicar su vida, si no puede creer en ella».

Yo nunca podría ser un filósofo profesional, porque no me creo nada. Cualquier intento serio por explicar las cosas se me hace falso y ridículo. Luego, la mayoría de estos grandes disertadores -arquitectos minuciosos de altas torres- viven como les da la gana o como pueden, olvidan su doctrina y tiran adelante como todos. Son literatos. Quizá filósofo no signifique al fin más que «literato con infulas». (Al menos el literato se sabe mentiroso.) No sé quiénes me dan más rabia, si los humildes o los soberbios. Los Emerson o los Nietzsche (Fragmento de Libro de los días de Stanislaus Joyce).

El Libro de los días de Stanislaus Joyce es una novela, escrita a modo de diario, que trata de captar ese momento en el que todo se está perdiendo, pero aún todo es posible, porque sí, la familia Joyce se estaba desintegrando y la relación entre ambos hermanos basada en el roce y los reproches constantes, solo podía llevar a la enemistad, pero todavía existía la esperanza de la reconciliación. Lo que terminó ocurriendo es de sobra conocido, James Joyce se convirtió en el escritor más influyente de la literatura contemporánea y su hermano menor pasó una vida de penurias recibiendo los reveses que el otro esquivaba sin despeinarse.

El que se comprometió con la literatura acabó triunfando, mientras el que trató de hacerlo por la vida, fracasó. «Fue a Trieste a mantener a su hermano, mientras el otro se emborrachaba. Cuando empezó la primera Guerra Mundial, James se mudó a Zurich y a Stanislaus lo metieron en un campo de concentración. También estuvo a punto de morir en la Segunda por sus ideas antifascistas. Cuando su hermano se hizo mundialmente famoso, dejó de necesitarle, dejando enfriar su relación. Sin embargo, la última carta que manda Joyce en vida fue a su hermano, justo antes de morir».

Fuente