Del primer partido de cualquier torneo internacional hay que salir con el menor daño posible. Ese pareció ser el pensamiento de Polonia en su pulso ante los Países Bajos. La receta fue la canónica de los equipos que buscan sorprender, más que ser protagonistas. Cinco defensas atrás y aprovechar un despiste del rival para meterle miedo. Le salió perfecto el planteamiento al seleccionador polaco Michal Probierz. Al cuarto de hora de partido se había sacudido el arreón inicial de los de Ronald Koeman y se había encontrado con un gol de aquellos que tanto abundan en el fútbol de estos tiempos. Zielinski sacó un córner afilado que solo necesitaba de un tallo como Buksa, el sustituto del lesionado Robert Lewandowski, para que pusiera la cabeza y desviara el balón a la red (min. 16) . A dos defensas tan expertos como Dumfries, sobre todo, y Van Dijk, en menor medida, se les apuntó el borrón.

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